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Nelson Mandela

Enemigo de ayer, ídolo de hoy

Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel combatieron durante décadas el peligro comunista del ANC. Una amnesia política permite reivindicar hoy la figura de un Mandela más inofensivo.

“Un héroe de nuestro tiempo”, tituló un número especial del Courrier International (junio-agosto de 2010). “El hombre que cambió la historia”, reforzaba Le Nouvel Observateur (27-5-10). Las portadas de ambas revistas, en las que se veía una foto de Nelson Mandela sonriente, son el testimonio de una adoración consensual cuya apoteosis fue la película Invictus del director Clint Eastwood. Con la Copa del Mundo de fútbol, todo el planeta se une en el culto al profeta visionario que rechazó la violencia y guió a su pueblo hacia una tierra prometida donde negros, mestizos y blancos viven en armonía. La penitenciaría de Robben Island –donde Madiba, según lo apodaban sus camaradas, estuvo encerrado largos años–, lugar de peregrinación obligado para los visitantes extranjeros, recuerda un “antes” algo turbio: el tiempo del detestado apartheid que no podía más que generar la condena universal y, en primer lugar, la de las democracias occidentales.

Cristo murió en la cruz hace unos dos mil años. Numerosos investigadores se preguntan en qué se corresponden el Jesús de los Evangelios y el Jesús histórico. ¿Qué es lo que se sabe de la vida terrenal del “Hijo de Dios”? ¿De qué documentos se dispone para reconstruir su prédica? ¿Son fiables los testimonios que figuran en el Nuevo Testamento? Podría suponerse que es más fácil conocer al “Mandela histórico”, más aún siendo que se dispone de un Evangelio escrito por su propia mano (1) y de muchos testimonios directos. Sin embargo, la leyenda de Mandela aparece tan distante de la realidad –si no más– como la del Jesús de los Evangelios, a tal punto que resulta intolerable admitir que el nuevo Mesías haya sido un “terrorista”, un “aliado de los comunistas” y de la Unión Soviética (aquella del “gulag”), un aguerrido revolucionario.

El paso a la lucha armada
El Congreso Nacional Africano (ANC, por su sigla en inglés), aliado estratégico del Partido Comunista sudafricano, inició la lucha armada en 1960, luego de la masacre del 21 de marzo en el township de Sharpville, que dejó varias decenas de muertos; los negros manifestaban contra el sistema de los pass (pasaportes interiores). Mandela, que hasta entonces era partidario de la lucha legal, cambió de opinión: jamás la minoría blanca renunciaría pacíficamente a su poder, a sus prerrogativas. En un primer tiempo el ANC dio prioridad a los sabotajes pero utilizó también, aunque de manera limitada, el “terrorismo”, no dudando en poner bombas en varios cafés.

En 1962 Madiba fue detenido y condenado. A partir de 1985 rechazó varias propuestas de liberación a cambio de renunciar a la violencia. “Es siempre el opresor y no el oprimido el que determina la forma de la lucha. Si el opresor utiliza la violencia, el oprimido no tiene otra opción que responder con la violencia”, escribió en sus Memorias. Y sólo la violencia, apoyada por crecientes movilizaciones populares y sostenida por un sistema internacional de sanciones cada vez más duro, logró demostrar la inutilidad del sistema represivo y llevar al poder blanco al arrepentimiento. Una vez obtenido el principio de “un hombre, un voto”, Mandela y el ANC dieron muestras de flexibilidad a través de (…)

Artículo completo: 1 741 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2010
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Alain Gresh

De la Redacción de Le Monde diplomatique, París.

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