Destruir la herencia de la dictadura de Augusto Pinochet ha resonado como consigna en las movilizaciones estudiantiles desde el 2011. Pareciera con ello que los símbolos discursivos de la memoria se cruzan como un eje transversal a las demandas sociales y políticas de justicia e igualdad, instalando en el discurso público y en las reivindicaciones sociales un tópico perdido, silenciado o sutilmente obliterado en la agenda de la post dictadura o transición a la democracia chilena.
Las reivindicaciones de los estudiantes y su lección de valentía además han instalado con todas sus letras la necesidad de hacer una “vuelta al pasado”, supuesta vuelta que no es más que desempolvar los cuadernos de hace pocos años, pero que en el discurso de la desmemoria y la impunidad hacen parecer al golpe de Estado de 1973, a la dictadura y sus miles de torturados y desaparecidos, una cuestión de un pasado demasiado lejano para ser develado y apropiado por las generaciones jóvenes, que bajo la excusa clausurante del “tú no lo viviste” se ven imposibilitados de opinar, cuestionar o reivindicar sus consecuencias trágicas como propias...
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