El régimen político que se impone a fines del siglo XIX y que conocemos como democracia representativa conoce, al menos desde algunas décadas, una ola de desafección creciente. En América Latina, el retorno a la democracia de los años ochenta pudo atenuar, al menos temporalmente, la aparición de este fenómeno como una dimensión constitutiva de la política actual. Sin embargo, en el transcurso de los años noventa, se produjo lo que algunos consideran un inevitable desgaste de la democracia electoral.
La actualidad nos ha dado evidencias sustantivas de las múltiples facetas de esta desafección. El llamado Brexit en Reino Unido, la decepción con el plebiscito por la paz en Colombia, la abultada abstención durante las elecciones municipales en Chile o el inesperado triunfo del magnate Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, ilustran todo un abanico de posibilidades. En un contexto donde gran parte de las democracias del mundo sufren de este mal, estas experiencias nos recuerdan que el voto no sólo tiene como objetivo la expresión de una orientación política, sino que además representa una adhesión a la institucionalidad y un compromiso con el destino de la comunidad a la que representa...
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