Al examinar un siglo de estadísticas se desvanecen muchas ideas preconcebidas sobre las mujeres y el empleo.
Tasa de desempleo o índice de precios: las cifras son políticas. Lo mismo sucede con el trabajo de las mujeres. Cada sociedad, cada época, cada cultura produce sus formas de trabajo femenino y secreto, sus imágenes y representaciones. Y las cifras participan muy activamente en esta construcción social. Es necesario, pues, volver a calcular el trabajo de las mujeres en el siglo XX y, al mismo tiempo, descifrar la manera de calcular. Sin mirar el mundo de ayer con los ojos de hoy, al descubrir los datos y las lógicas que presidieron las definiciones de cada período se pueden comprender los relatos y códigos sociales que marcaron las fronteras del llamado trabajo de las mujeres.
Los censos de antaño lo repiten como un leitmotiv, “la clasificación de las mujeres es con frecuencia asunto de interpretación”. ¿Por dónde pasan las fronteras entre el empleo reconocido y el trabajo informal? ¿Cómo fueron censadas, omitidas o recalculadas, borradas o reconocidas las mujeres a través de los años? Sobre ellas pesa siempre la sospecha implícita de la inactividad: ¿una paisana en el campo trabaja o mira el paisaje? ¿Una obrera despedida, es una desocupada o una mujer que “vuelve al hogar”? Estas preguntas recurrentes y deplorables, reservadas a las mujeres, hablan del contraste entre la evidencia del trabajo masculino y la contingencia del trabajo femenino...
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