El año que terminó estuvo marcado por las masivas movilizaciones de distintos sectores sociales, en las que destacaron las encabezadas por el movimiento estudiantil. Sobre el escenario quedaron múltiples demandas insatisfechas y un salto importante en las conciencias de las personas acerca de las desigualdades que genera el modelo neoliberal, el abuso permanente de quienes más se favorecen de él, la incapacidad y estrechez del sistema político para contener las reivindicaciones más básicas y las limitaciones de la democracia construida en dos décadas bajo la sombra de un entramado institucional ideado para hacer perdurar los pilares de la dictadura cívico-militar del pinochetismo.
Ha sido un año de aprendizajes acelerados de los movimientos sociales, de conocer el terreno en el que actúan y las reacciones del gobierno de la derecha civil; también han sido tiempos de conocer a los aliados, los más cercanos y estratégicos, y a aquellos estrictamente funcionales a coyunturas de corto alcance. Las enseñanzas de largos meses de movilizaciones -que comenzaron en enero de 2011 con el levantamiento de Magallanes y continuaron con las resistencias a Barrancones e HidroAysén, así como las protestas de las zonas afectadas por el terremoto de febrero de 2010, y luego cruzadas por los estudiantes y el amplio apoyo ciudadano que recibieron- han quedado plasmadas en múltiples encuentros de evaluación y documentos, pero sobre todo en los balances que los propios dirigentes estudiantiles han realizado...
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