En las elecciones europeas de mayo pasado, aumentaron sus votaciones diversos partidos críticos de la políticas de la Unión Europea. Sin embargo, fuera de esa oposición a las directivas de la UE, nada une a esas fuerzas dispares: unos son de extrema derecha, nacionalistas y conservadores y otros son de izquierda radical, una distinción que muchos esconden, calificándolos a todos como “populistas”.
Dos días antes del escrutinio europeo del 25 de mayo pasado, en su primer acto de campaña, en Villeurbanne, el primer ministro Manuel Valls llamó solemnemente a la “insurrección democrática contra los populismos”. “Populismo”: ¿quién no escuchó, en boca de los encuestadores, periodistas o sociólogos, esa palabra-comodín con que se alude, aleatoriamente, a todos los opositores –de izquierda o de derecha, votantes o abstencionistas– a las políticas implementadas por los organismos europeos?
La inconsistencia del sustantivo “populismo” responde, en parte, a lo variado de sus usos. En el ámbito político, la historia de esa etiqueta evidencia la amplitud del espectro que abarca: de la visión idealizada de los campesinos, mistificados por el populismo ruso (narodniki) a la revuelta de los granjeros del People’s Party de Estados Unidos a fines del siglo XIX, de los populismos latinoamericanos (Getúlio Vargas en Brasil, Juan Perón en Argentina) al macartismo, del poujadismo al lepenismo en el siglo XX, de Vladimir Putin a Hugo Chávez en la era de la globalización, del United Kingdom Independence Party (UKIP) a Amanecer Dorado, en la Europa del siglo XXI, o de Marine Le Pen a Jean-Luc Mélenchon en el actual Hexágono...
Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2014
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl