El funcionamiento del gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo es hoy centro de todas las críticas. Los análisis sobre los límites y las derivas de la democracia responsabilizan a la incapacidad de la política o incluso del propio pueblo. ¿Estaremos condenados a elegir entre oligarquía y populismo?
Durante mucho tiempo, la democracia fue considerada como un ideal, un progreso, una conquista. Actualmente, en el mejor de los casos, se la acusa de haber descarrilado; en el peor, de ser intrínsecamente una imposibilidad. En cualquier caso, parece no haber mantenido sus promesas y correr el riesgo de reducirse a un simulacro, cuando no a una impostura. Una encuesta reciente lo sugiere: el 57% de los franceses considerarían que la democracia funciona mal, el 77% que funciona cada vez peor y, detalle impactante, el 32% estimaría que otros sistemas pueden ser igualmente buenos. Esto no puede sino confirmar a los diversos comentaristas, ensayistas y políticos que temen la extinción de las Luces. Es verdad que los impetuosos llamamientos a una “reacción democrática” cada vez que vuelve a surgir la amenaza del Frente Nacional son paulatinamente menos acompañados...
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