"De Alto Cedro voy para Marcané / Luego de Cueto voy para Mayari..." La escena los captura en la noche mientras, retomando expresiones nacidas de la inventiva popular, interpretan canciones que se inspiran en hechos vividos, en las cosas simples de la vida. Con sonoridades fuertes, armoniosas, que hacen honor a una herencia africana, europea e incluso árabe, los artistas cubanos entretienen y hacen bailar a los públicos del mundo entero. Constantemente de gira, son aclamados en todos los rincones del mundo, y su formación académica y artística es generalmente de muy alto nivel. A pesar de eso, en la isla siguen siendo accesibles para sus compatriotas. En general amables, espontáneos y conversadores, no es raro ver cómo esa frescura desaparece cuando un periodista extranjero les solicita una entrevista. Y tienen buenas razones: "Con nosotros, la prensa internacional busca siempre el aspecto político de las cosas, para deformar nuestros dichos, dañar a Cuba y a la revolución", dice Chucho Valdés, el pianista a quien se puede considerar como el más completo del mundo, recompensado cinco veces con un Grammy y poseedor de varios diplomas honoris causa, pruebas de un fuerte reconocimiento internacional.
En 1960 algunos artistas se fueron del país, cuando comprendieron que la revolución iba a poner fin a la depravación organizada por la Cosa Nostra, que había convertido a la isla en el cabaret y el centro de prostitución más grande del Caribe. La fuga se aceleró cuando el gobierno reformó el sistema de producción musical. A partir de ese momento, las radios, la televisión y las productoras fueron nacionalizadas y agrupadas; la publicidad prohibida; los artistas ganarían a partir de entonces un salario único y estable.
A comienzos del año 1962 el continente americano perdió su principal fuente de música popular bailable cuando el presidente estadounidense John F. Kennedy rompió todo tipo de relaciones con La Habana y casi todos los gobiernos del (…)
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