Las encrucijadas del Frente Amplio

El próximo 28 de junio, el Frente Amplio, actualmente en el poder en Uruguay, llevará a cabo elecciones internas para designar su candidato de cara a las presidenciales de octubre de este año, en las que buscará renovar su mandato. Los comicios son representativos de las tensiones que atraviesan la agrupación, tras un gobierno que estuvo muchas veces reñido con los programas de base del movimiento.

Treinta y ocho años pasaron desde aquel 5 de febrero de 1971 en que las fuerzas progresistas de Uruguay plasmaron su unidad en un frente único –el Frente Amplio (FA)– “para plantear la lucha de inmediato, en todos los campos, tanto en la oposición a la actual tiranía o a quienes pretendan continuarla, como en el gobierno”, según reza su Declaración Constitutiva. Allí se establecía “que esta coalición de fuerzas –que no es una fusión y donde cada uno de sus partícipes mantiene su identidad–, ha de estar dotada de una organización con núcleos de base y autoridades comunes, mandato imperativo y demás mecanismos de disciplina que aseguren el cumplimiento efectivo de los compromisos postulados convenidos”. Por último, se declaraba que el objetivo sería “la acción política permanente y no la contienda electoral; al mismo tiempo (el Frente) afrontará unido las instancias comiciales, con soluciones honestas y claras que restituyan a la ciudadanía la disposición de su destino, evitando la actual falsificación de su voluntad”.

Sobre estas bases se fue consolidando un movimiento que “por tener al pueblo como protagonista, ha permitido agrupar fraternalmente (...) a hombres y mujeres de ideologías, concepciones religiosas y filosofías diferentes, a trabajadores, estudiantes, docentes, sacerdotes y pastores, pequeños y medianos productores, industriales y comerciantes, civiles y militares, intelectuales y artistas, en una palabra, a todos los representantes del trabajo y de la cultura, a los legítimos voceros de la entraña misma de la nacionalidad”...