La primavera de Kundera

El último ensayo de Milan Kundera, Une rencontre (Un encuentro), sólo aborda de manera accesoria cuestiones políticas. ¿Esto equivale a decir que su obra no tiene ninguna relación con la política? Al mirarla un poco más de cerca se comprenden mejor las desventuras que ha sufrido el autor de La Broma y de La insoportable levedad del ser…

En Praga, en junio de 1967, mientras el poder estaba todavía oficialmente en manos de la vieja guardia neoestalinista, que no lograba contener la efervescencia cultural e intelectual que puso en tela de juicio a todos los dogmas, tuvo lugar el congreso de la Unión de Escritores. El informe introductorio fue expuesto por un joven novelista, prácticamente desconocido fuera de las fronteras de su país. Dio de entrada el tono: inquietud en cuanto a la suerte de las “pequeñas naciones” de Europa Central, cuya existencia era reciente, y que veían continuamente ante sí la amenaza de acabar siendo vasallas, o incluso absorbidas por los poderosos imperios vecinos (resulta explícita la alusión a la tutela soviética); era, sobre todo, una reivindicación del principio fundamental de la libertad de expresión, contra todas las censuras, “porque la verdad sólo es accesible mediante el diálogo de las opiniones libres”, y sin ella cualquier cultura es atacada en su propia existencia.

Este informe fue saludado con ovaciones y todos los demás participantes (especialmente Ludvik Vaculik, Pavel Kohout, Antonin Liehm) se expresaron en el mismo sentido. Ése fue, en suma, el preludio de la “Primavera de Praga”; el poder endureció sus posiciones ante esta fronda, pero en vano; el cuestionamiento, iniciado en el mundo intelectual, se extendió a todas las esferas de la sociedad civil. En enero de 1968, Alexandre Dubcek sucedió a Antonin Novotny a la cabeza del Partido y del Estado, y comenzó un formidable movimiento de democratización del régimen. En cuanto al joven escritor que había dado el impulso, y que el propio Novotny designó como “el (...)