A pesar de ser el continente menos citadino del planeta, África es sin embargo aquel en el que se observa el mayor crecimiento urbano: alrededor del 7% anual; el 40% de la población vive actualmente en ciudades contra el 3% en 1900. En 2030, África tendrá 760 millones de habitantes, más del 70% de los cuales, si todo sigue igual, vivirá en las villas miseria y las viviendas precarias ubicadas en la periferia de antiguas creaciones coloniales (Kinshasa o Nairobi) y de ciudades ancestrales (Ibadán o Kano en Nigeria). En efecto, la mitad de la población urbana, cuya mayoría no supera los 25 años de edad, vive actualmente con menos de dos dólares por día.
Esta población urbana, señalaba en 2008 el programa ONU-Hábitat, muestra una notable resistencia, sobreponiéndose a condiciones de vida a menudo difíciles (1). En su mayoría provenientes de los barrios populares de las metrópolis, las figuras de las nuevas culturas surgidas estos últimos diez años lo demuestran claramente: coupé-décalé marfileño, kwaito sudafricano, hip-life ghanés y kuduro angoleño modernizan el pasado con efectos electrónicos y una street attitude de nuevo siglo. Pero las revueltas del hambre del invierno boreal de 2008-2009 recordaron brutalmente que esta clientela cautiva, a la merced del aumento de los precios de los productos de primera necesidad o de los del combustible, se siente cada vez más despreciada por los poderes centrales. Éstos cumplieron además un papel central en la escalada de los costos del sector inmobiliario, contribuyendo a intensificar el fenómeno de “gentrificación” urbana...
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