Desde fines de enero de este año, Yemen vive un inédito levantamiento popular. La diversidad social de los manifestantes y el carácter pacífico de la movilización, a pesar de la represión, recuerdan los acontecimientos de Túnez y Egipto. La revolución en curso, que se apoya en una consigna simple pero radical (la caída del dictador, en el poder desde 1978), contrasta con la imagen violenta y conservadora del país.
Luego de tres meses de manifestaciones en Yemen, el temor de ver al país hundirse en el caos paraliza a la comunidad internacional. E inmoviliza también a la oposición. Ciertamente, el 21 de marzo de 2011, el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé, declaraba que la partida del presidente Ali Abdallah Saleh era “inevitable”. Pero, al igual que la mediación regional impulsada por el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), este tipo de declaración no cambia las cosas: lo que buscan los aliados de Yemen es la preservación del sistema. Aun al precio de la caída del Presidente...
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