La estructura tributaria chilena es profundamente regresiva. En su composición influyen poderosamente los impuestos indirectos, o sea aquellos que pagan toda la población, y los bajos montos cancelados para explotar recursos naturales pertenecientes al país.
El impuesto al valor agregado (IVA), que es uno de los más regresivos dado que proporcionalmente lo cancelan en porcentajes superiores sobre sus ingresos quienes tienen una participación desmedrada en el proceso redistributivo, representó en 2010 poco menos de la mitad de los ingresos tributarios totales y algo más de 50% si se calculan en términos netos. En efecto, tuvo un rendimiento de US$ 16.275 millones, en circunstancias que los ingresos tributarios sumaron US$ 34.481 millones, y los netos US$ 30.355 millones. Obviamente, ello se produce porque su tasa es elevada y a la vez lo cancelado por quienes se apoderan de un elevadísimo porcentaje de la producción de bienes y servicios generados en el país cancelan sumas muy bajas, particularmente aquellos sectores que lucran con rentas pertenecientes a los chilenos, como acontece por ejemplo en la gran minería privada del cobre, explotada por consorcios extranjeros y el grupo económico Luksic...
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