El 20 de noviembre de 2014, Akai Gurley se sumó a la larga lista de negros asesinados en Estados Unidos por policías blancos. Las múltiples manifestaciones en contra reavivaron el debate sobre la equidad del sistema judicial. La única respuesta de Barack Obama fue que sean “perseverantes” con la excusa de que “las cosas están mejor” que antes.
Dos olas de protestas violentas sacudieron a Ferguson, en Missouri, durante los últimos cinco meses. La primera en agosto, cuando la muerte de Michael Brown, un afroestadounidense de 18 años asesinado por un policía blanco, como la abrumadora mayoría de policías de la ciudad, hizo estallar este suburbio mayoritariamente negro. La segunda en noviembre, tras la decisión de un jurado popular de no imputar al autor de los disparos, Darren Wilson. El movimiento se extendió entonces a todo el país, de San Francisco a Nueva York pasando por Chicago, Seattle, Los Ángeles y numerosas pequeñas ciudades. Automóviles incendiados, saqueos nocturnos, policías blancos a bordo de vehículos blindados enfrentándose con manifestantes negros desarmados: las imágenes de esta revuelta urbana recorrieron el mundo, echando por tierra el mito del “Estados Unidos post-racial” que habría generado la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en 2008...
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