“No digas que vives en Puente Alto”. La frase adquirió notoriedad después que la protagonista de la telenovela Las dos Carolinas la escuchara como recomendación laboral. El hecho de que la afirmación hubiese sido pronunciada en un melodrama no impidió que el alcalde de la comuna más populosa de Santiago denunciara el fraseo por discriminador y exigiera disculpas públicas al canal emisor. ¿El agravio?: introducir una sospecha sobre la idoneidad moral de los puentealtinos.
Sorprendido y contrariado por el cuestionamiento edilicio, el director ejecutivo de la estación televisiva Chilevisión buscó sofocar una crítica que podía convertirse, por abajo, en mala propaganda y, por arriba, en un escándalo de proporciones. Más allá de proferir algunas excusas de oportunidad, las explicaciones sedimentaron en una conjetura: la verdadera intención del jefe comunal no habría sido otra que conquistar notoriedad.
Han pasado más de seis meses de los hechos. Lo que para algunos no fue más que una controversia fabricada artificialmente, para otros permitía ratificar el poder de los medios a la hora de movilizar representaciones sobre barrios, sectores o hasta localidades completas. Que el intercambio se basara en una ficción en vez de concentrarse en una pesquisa periodística, ejemplifica la creciente significación de las subjetividades en la construcción imaginaria de expectativas...
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