A pesar del alto el fuego firmado el 5 de septiembre entre Kiev y las regiones separatistas, la paz aún está lejos de ser alcanzada en el sudeste ucraniano. Mientras que las “Repúblicas populares” autoproclamadas de Donetsk y de Lugansk avanzan en su conformación, Moscú no se decide a concederles su pleno reconocimiento.
Dimitri regresa de vez en cuando a enterarse de las novedades de sus ex vecinos, que viven todavía en el barrio en ruinas de Putilovka, a dos kilómetros del aeropuerto de Donetsk, en la región oriental de Ucrania. Las explosiones han volado los techos de las edificaciones, los incendios ennegrecieron las paredes de ladrillo. Algunos combatientes se acuclillan frente a un fuego donde se calienta una cafetera. “No recibimos ninguna ayuda”, se lamenta un anciano, contemplando un montón de escombros y vigas de metal retorcidas. Dimitri duerme en casa de sus padres. Otros prefirieron huir a Kiev o a Rusia. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 830 mil personas han abandonado sus hogares desde el comienzo de una guerra que ya dejó oficialmente más de 4 mil muertos. Los que se quedaron tratan de sobrevivir como pueden. El trabajo empieza a escasear. Muchas empresas, comercios y la gran mayoría de los bancos cerraron sus puertas en el territorio de las “Repúblicas populares” autoproclamadas de Donetsk (DNR) y de Lugansk (LNR). Día tras día, crecen las colas delante de las oficinas de correo donde la gente se hace enviar dinero. “Yo vivo de mis ahorros, pero pronto van a agotarse”, explica Alexei, un minero jubilado...
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