¿Enésimo mandato o enésimo golpe de Estado? El asunto pertenece a la órbita del bandolerismo político, como lo demuestra el referéndum constitucional del 25 de octubre en Congo-Brazzaville, plagado de incidentes y boicoteado por la oposición. En el poder desde 1979 –con un intervalo de cinco años, entre 1992 y 1997, al término del cual lo recuperó por las armas–, el presidente Denis Sassou-Nguesso quiso prolongar su reinado. La alteración constitucional que logró darse a luz con fórceps se asemeja a un golpe de Estado y le permite aspirar, de aquí en más, a un tercer mandato. En Burundí, su homólogo Pierre Nkurunziza también se permitió imponer su voluntad en julio pasado, al cabo de dos mandatos, sin tomarse el trabajo de modificar la ley fundamental. Logró su reelección reprimiendo encarnizadamente a la oposición, la prensa y los defensores de los derechos humanos, que reclamaban el respeto a la Constitución de 2005. Texto más importante aún por haber emanado de los acuerdos de paz de Arusha, que pusieron fin a doce años de guerra civil. La señal que dio Burundí anuncia la inminente crisis que amenaza a toda el África Central y la región de los Grandes Lagos, presa de esas mismas tentaciones.
Para fines de 2016, en República Democrática del Congo (RDC), vecina de Burundi, se aguarda una elección presidencial. El presidente Joseph Kabila también está llegando al final de su segundo mandato y no manifiesta claramente su disposición a transmitir el mando. Toda modificación de la Constitución se perfila difícil para él por las mismas razones que en Bujumbura: la actual ley fundamental es fruto de un acuerdo de paz largamente negociado, tras las dos guerras del Congo (1997-2000)...
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