Los resultados de las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre en Venezuela son devastadores para el presidente Nicolás Maduro y la revolución bolivariana. La oposición ganó el 67% de los escaños de la Asamblea Nacional, es decir, 112 de 167. Esa mayoría de dos tercios le garantiza poderes de magnitud inédita desde la primera elección de Hugo Chávez como presidente, el 6 de diciembre de 1998.
Pese a la dura derrota, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados lograron reunir el 41,6% de los votos, es decir, 5,6 millones de electores, mientras la coalición de derecha, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), obtuvo el 54,4% de los votos, es decir, 7,5 millones. En relación a la elección presidencial de 2013, la oposición ganó 400.000 votos, mientras que los chavistas perdieron 2 millones. Así, el triunfo de la derecha no se debe tanto a su atractivo como al cansancio de buena parte del electorado bolivariano, que prefirió salir de pesca en lugar de ir a votar.
Muchos venezolanos lo reconocen: su abstención es principalmente un voto de castigo por la espantosa crisis económica, marcada por una inflación de alrededor del 200%, constantes penurias y colas de varias horas para conseguir productos de primera necesidad; al menos, aquellos cuyo precio está bajo control del gobierno...
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