Después de la industria del libro, revolucionada por el vendedor on line Amazon, después de la hotelería, sacudida por la plataforma Airbnb, después de los taxis, afectados por el éxito de Uber, el huracán digital llega a Wall Street.
Como el librero que pone en contacto a editores y lectores, el sistema financiero no es en el fondo más que un intermediario entre prestamistas y tomadores de préstamos: una presa bien tentadora para las jóvenes empresas que hibridan finanzas y tecnología. La fintech, contracción de los dos términos, ambiciona remplazar los bancos tradicionales por plataformas electrónicas de mercado disponibles a través de una aplicación. Como sucede con frecuencia en situaciones semejantes, el pánico se mezcla con el entusiasmo. Los asesores auguran a los actores clásicos una muerte rápida por el hecho de que la expansión de los procedimientos digitales permite eludir las reglamentaciones. Miles de artículos explican con derroche de detalles el modo en que la tecnología sobre la cual descansa la moneda electrónica Bitcoin revoluciona las transacciones financieras.
Como lo proclama el empresario estadounidense Brett King, autor de varios best-sellers sobre el tema, en la apertura de su programa radiofónico semanal “Breaking Banks” (“Quebrando bancos”), las novedades tecnológicas de las finanzas “cambian todo: desde la manera en que se practican las funciones de la banca hasta el concepto mismo del dinero”. En el Reino Unido, desde la bancarrota de Lehman Brothers, la cifra de negocios del sector progresó, en promedio, en un 74% por año. Un ingreso alimentado por la desconfianza del consumidor respecto del sistema financiero...
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