Cuando se enteró de que tenía que dejar de trabajar, Béatrice Boulanger, asistente a domicilio, lloró: “Yo los quería mucho a mis abuelitas y a mis abuelitos”, explica con una sonrisa. En este soleado sábado por la mañana, en Pas-de-Calais, primero se tomó el tiempo como para servir el té, que revuelve mientras enumera sus problemas: una prótesis de hombro, omartrosis (desgaste del cartílago de la articulación del hombro), un acortamiento del raquis cervical, artrosis cervical y rizartrosis (artrosis en la base del pulgar). “Todos mis problemas de salud vienen de levantar peso, me lo dijo el cirujano”. El médico también le dijo que, a los 52 años, ella ya tenía “un cuerpo de vieja”.
Después de haber trabajado en una fábrica de pantalones durante diez años, Boulanger empezó a ir varias veces por día a casas de personas mayores, a veces gravemente enfermas, para ayudarlas a levantarse, a asearse, a prepararse la comida, a ir a acostarse. “Fui aprendiendo todo sobre la marcha, sin formación. Me encargué de muchos casos pesados, ahí fue cuando me jorobé el hombro”. En febrero de 2015, mientras levantaba a una mujer mayor para ayudarla a salir de la bañera, “se rompió”, cuenta. “Se desmigajaba todo alrededor. Los médicos tuvieron que cortar la cabeza del hombro”...
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