Cerca de 450 muertos y más de 20.000 heridos entre el 1º de octubre y mediados de diciembre: el balance es terrible. De la plaza Tahrir, en el corazón de Bagdad, hasta las ciudades del sur de Irak, miles de manifestantes le hacen frente al gobierno y a las milicias que lo apoyan reclamando el fin del sistema político instalado desde 2003, fecha del derrumbe del dictador Sadam Hussein. El diálogo entre el poder y la calle parece estar roto. Los secuestros y asesinatos de jóvenes militantes prosiguen tras la matanza de la noche del 6 de diciembre, cuando 24 personas (20 manifestantes y 4 policías) instalados en un estacionamiento de varios pisos, lugar de convergencia de los manifestantes, fueron asesinados por milicianos no identificados. Desde la dimisión del primer ministro Adil Abdul-Mahdi, el 29 de noviembre, la clase dirigente hace oídos sordos a las reivindicaciones de su juventud y busca un nuevo jefe de gobierno, el antiguo responsable de resolver los asuntos cotidianos. Dieciséis años después de la caída de Bagdad, consecutiva a la invasión del país por las tropas estadounidenses y sus aliados, sobre todo británicos, el país vive una crisis sin precedentes.
Una generación sin posibilidades
Esta nueva página de la historia iraquí se abrió el 27 de septiembre. Ese día dos acontecimientos echaron leña al fuego. En primer lugar, la dispersión violenta e injustificada de un conjunto de diplomados desocupados frente a las oficinas del primer ministro. Luego, la destitución de un hombre considerado un héroe nacional por su papel en la batalla contra el Estado Islámico (EI): el teniente general Abdel Wahab Al-Saadi, segundo al mando del Servicio Iraquí contra el Terrorismo (CTS). Cantidad de iraquíes vieron detrás de esta exclusión la mano de Irán. El hombre era cercano a los estadounidenses, y el CTS, del que era de hecho su jefe, constituye una muralla contra las ambiciones hegemónicas de los Hashd Al-Shaabi, las unidades de movilización popular (o “multitudes populares”). Creada en 2014 para llevar a cabo la guerra santa contra el EI después de la caída de Mosul, esa coalición de varias milicias paramilitares, con dominante chiíta, fue particularmente financiada por Irán y entrenada por los guardianes de la revolución, el brazo armado de Teherán en la región.
Represión de diplomados y puesta en el baúl de los recuerdos de un héroe nacional para complacer a Teherán. Esos dos hechos resumen la doble motivación del Hirak (1): la ira contra una situación económica y social degradada y el vaso colmado por la influencia iraní. Aunque espontáneas, las sublevaciones actuales, últimas de una larga serie desde 2003, no son más que la consecuencia de dieciséis años de promesas no cumplidas. Los problemas endémicos que existían en 2003 perduran: corrupción, clientelismo, desocupación, violencia armada, sistema político ineficaz y a punto del colapso. Y sin embargo, el país nunca fue tan rico, ya que el presupuesto del Estado se beneficia por el buen rendimiento de los precios del petróleo, con 112.000 millones de dólares de ingresos para 2019 (los hidrocarburos representan el 99% de las exportaciones). En forma paralela, el alza de la corrupción estatal se agravó. A comienzos de 2019, una comisión del Parlamento afirmaba que en dieciséis años había absorbido unos 200.000 millones de dólares, o sea, el doble del producto interno bruto (PIB).
Con el 50% de desocupados, la juventud es la primera víctima de esta mala gestión. El suicidio, reprobado por la religión musulmana, dejó de ser un tema tabú. Entre 2016 y 2018, la muy oficial Comisión de Derechos Humanos del Parlamento reconoció un alza de más del 30% de los suicidios, que pasaron de 383 casos a 519. Aunque probablemente subevaluadas, estas cifras suscitaron una gran conmoción en la población. Más grave aun: en 2019 varios de esos actos desesperados fueron cometidos en directo en las redes sociales. Desde 2003, la educación fue completamente abandonada por los diversos gobiernos. En la actualidad faltan más de 20.000 escuelas; un aula recibe a veces a más de 80 alumnos. Más alarmante todavía: 130.000 niños no fueron escolarizados en la escuela primaria durante 2017-2018 (2). Si bien concierne a todo Irak, el problema es mucho más profundo en las zonas antaño ocupadas por el EI. La juventud bajó a la calle precisamente para exigir un cambio.
“Esta generación no tiene posibilidades de viajar, pero está muy conectada a los nuevos medios. Ella ve que en el extranjero la misma clase etaria vive muy bien, y a menudo en (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de enero 2020
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl