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Parte el proceso de construcción de un nuevo Chile

El desafío constituyente

En el principio está la Revuelta

Si hoy se fragua un nuevo Chile es gracias a la Revuelta Popular de Octubre de 2019. Y es que de los múltiples puntos de inflexión que en ella pueden encontrarse, hay uno que es fundamental: luego de décadas de postergación y exclusión, de olvido y neutralización, a través de los diversos actos de protesta, lo que apareció fue el pueblo, reclamando su lugar en tanto titular originario del poder político e iniciando un proceso de cambios irreversibles.

Esta irrupción del pueblo que fue la Revuelta marcó una ruptura también con el incuestionable dominio político de las élites y puso -ahora sí, al fin- la lápida a la llamada “transición”. Y es que la transición no fue solamente un período histórico, sino que principalmente fue una lógica política. Marcada por la consolidación del neoliberalismo instalado en dictadura, la transición impuso su lógica política por doquier: la “democracia de los acuerdos”, que no era sino el acuerdo de las élites alcanzado sobre el silencio forzado del pueblo. Esto ya lo denunciaba Tomás Moulian en 1997, cuando frente a la pregunta sobre qué era ese tal consenso, indicaba que “el consenso es la etapa superior del olvido (…) la confusión de los idiomas, el olvido del lenguaje propio, la adopción del léxico ajeno”. Tuvieron que pasar más de 20 años para que esa lógica política pudiera ser fracturada.

La transición estuvo marcada, por tanto, por la despolitización social, por un lado, y por la monopolización oligárquica de los espacios de decisión política, por el otro, todo esto bajo el manto sacrosanto de la democracia consensual. La Revuelta de Octubre puso fin también a esta forma de democracia de baja intensidad. Si en las décadas previas el debate estaba determinado por aquello que a priori cabía o no en el consenso elitario, hoy el futuro se nos presenta como un abanico de posibilidades abiertas. Por primera vez en mucho tiempo los asuntos fundamentales de la vida en común están puestos sobre la mesa, para que el pueblo en su conjunto, con toda su heterogeneidad y sus diferencias, los discuta. Desde esta perspectiva, por tanto, la Revuelta no solo marcó el “retorno del pueblo”, sino que también la emergencia de nuevas lógicas de acción política, el retorno de la política.

Por último, la Revuelta rápidamente se transformó en un rechazo social generalizado hacia el orden constitucional hasta entonces dominante. Su consecuencia fue una fractura sin vuelta atrás del orden constitucional neoliberal, subsidiario y oligárquico, que durante décadas neutralizó la agencia política del pueblo y fundamentó, jurídica e institucionalmente, el régimen de desigualdad que atravesaba de múltiples formas la sociedad chilena. Contrariamente a la idea enarbolada por los grupos que se servían del orden constitucional neoliberal, de que la Constitución era algo lejano a la vida cotidiana de la gente, el pueblo en las calles tenía claro que el cambio constitucional era una puerta que debía abrirse para que el (...)

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Jaime Bassa

Abogado, vicepresidente de la Convención Constitucional de Chile.

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