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Tensiones por el uso intensivo de agua

¿Cuántos “mega reservorios” para la microelectrónica?

“¡Agua, no microchips!”. Frente a las rejas de la obra de ampliación de STMicroelectronics (ST) en Crolles, unas mil personas se manifestaron bajo ese lema el sábado 1º de abril de 2023. Desde la instalación de la multinacional franco-italiana de semiconductores en 1992 en el valle de Grésivaudan, a quince kilómetros al norte de Grenoble, los representantes de esta pequeña comuna de Isère (8.000 habitantes) reciben habitualmente más ministros y jefes de Estado que movimientos de protesta. Desde Jacques Chirac, todos los presidentes de la República la visitaron con el fin de celebrar las sucesivas ampliaciones de esta “joya” y de anunciar la distribución de cientos de millones de euros en ayuda pública.

“¡La reindustrialización de Francia sucede acá!”, proclamaba por su parte Macron el 12 de julio de 2022. Acompañado por cuatro ministros, el presidente fue a poner sobre la mesa 2,3 mil millones de euros: la contribución del Estado a los 5 a 7 mil millones de euros que debería costar la última ampliación de la fábrica de ST. Esta multinacional controlada parcialmente por el banco público de inversiones Bpifrance y el Ministerio de Economía italiano se alió con GlobalFoundries, otro gigante de los semiconductores, con domicilio en las Islas Caimán (1), que tiene como principal accionario al grupo Mubadala, un fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos. “Es la mayor inversión industrial de las últimas décadas fuera de la energía nuclear y un gran paso para nuestra soberanía industrial”, anunciaba el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire. La suma parece colosal con respecto al número de empleos anunciado: un millar, es decir, ¡2,3 millones de euros del erario público por empleo creado! A pesar de la generosidad del Estado francés, ST instaló su sede operacional en Suiza y su holding en los Países Bajos, “país de la optimización fiscal de las multinacionales” (2), según la revista Challenges.

Estrategia industrial

El anuncio cayó en plena “alerta reforzada de sequía” (nivel 3 de 4), recalificada a mediados de agosto como “crisis de sequía” (nivel 4). Sin embargo, la industria de los microchips electrónicos es particularmente consumidora de agua. Con su crecimiento de acá al 2024, la fábrica ST y su vecina del grupo Soitec, también especializada en los semiconductores, deberían consumir cerca de 29.000 m3 por día, es decir, el equivalente a la ciudad de Grenoble, sus 160.000 habitantes, sus industrias, sus laboratorios de investigación, sus actividades municipales o comerciales. Con la nueva ampliación anunciada, ST prevé devorar a la larga 33.000 m3 por día.

El verano pasado, la contradicción entre las restricciones de agua que afectaron tanto a los particulares como a los agricultores y las necesidades crecientes de los industriales llevó a la creación del colectivo STopMicro (3) “contra el acaparamiento de los recursos por parte de los industriales de la microelectrónica”. Presentada como una prolongación de la disconformidad contra los mega reservorios de Sainte Soline, la manifestación de Crolles no recibió sin embargo los mismos apoyos, en particular por parte de las fuerzas políticas de izquierda. Los representantes locales de Europe Écologie les Verts (EÉLV), por ejemplo, no tuvieron la menor reacción pública. No obstante, en el departamento, el movimiento cuenta con dos diputados, un senador y el alcalde de Grenoble, Éric Piolle.

Este último aceptó haberse alegrado por la ampliación de ST: “Para mí, la microelectrónica es el primer lugar donde uno ve una estrategia industrial europea —nos responde—. ¡Es gratificante!”. Para Piolle, la ubicación de ST en Grenoble tiene “una función continental. Tiene una dimensión geopolítica de reducción de la dependencia de Europa. No abastecerse más que en Asia es peligroso”. La diputada de Isère Cyrielle Chatelain, presidenta del grupo ecologista en la Asamblea Nacional, opina en el mismo sentido: “Sobre esta cuestión de la reindustrialización, no podemos andar diciendo ‘queremos productos de cercanía, buenas condiciones’ y decir que no queremos producir en el país. La producción se llevará a cabo, la cuestión es saber dónde se hará y en qué condiciones”. Para los dos responsables, las críticas que se podrían aplicar a los mega reservorios de la agroindustria, que no benefician más que a “un pequeño número de personas”, no valen para el agua consumida por la microelectrónica, porque “los productos [de ST] les sirven a todos”, asegura Piolle. Por ello, si bien defienden el desarrollo de ST, Piolle y Chatelain también insisten mucho sobre la “reubicación”, “la industria verde” y el derecho de supervisión sobre los usos. “La lógica es hacer (...)

Artículo completo: 2 335 palabras.

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Raúl Guillén

Periodista.

Vincent Peyret

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