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Historia del movimiento obrero

Relojería, orden y anarquismo

Los trabajadores de la industria relojera suiza contribuyeron al auge del anarquismo como corriente política revolucionaria hace más de siglo y medio. Organizados, curtidos en la lucha social, conscientes de la realidad económica mundial y pioneros en el campo de la solidaridad obrera, influyeron en los movimientos antiautoritarios de toda Europa.

Este verano harán su gran regreso a Saint-Imier, en Suiza. Del 19 al 23 de julio, miles de anarquistas procedentes de los cinco continentes se reunirán en esta acaudalada aldea del Jura bernés, frecuentada habitualmente por los trabajadores de la industria relojera y los amantes de los relojes de lujo. Será la primera vez desde 2012. El programa de las conferencias, debates y lecturas de estos “Encuentros Internacionales Antiautoritarios Anarchy 2023” incluirá temas tan diversos como la situación en los territorios autónomos de Rojava (Siria) y Chiapas (México), el comunalismo (1), el antirracismo, la acción de la red transnacional No Border y la protección de los refugiados, la justicia climática, el ecosocialismo, la permacultura, el hacking, el anarcofeminismo o la condición de los presos anarquistas incomunicados en las cárceles italianas (2). Hace once años, el público presente no daba crédito al descubrir que el anarquismo no era solo un chamarileo de gloriosas anécdotas surgidas de una pretérita época romántico-revolucionaria, sino que seguía siendo una fuerza viva. Este año, a buen seguro, medios de comunicación y personalidades políticas de Suiza quedarán nuevamente boquiabiertos.

El propio lugar y los objetivos de los festejos de este verano reproducen las primerísimas reuniones anarquistas celebradas en Saint-Imier hace siglo y medio. Los días 15 y 16 de septiembre de 1872, la aldea suiza fue escenario de un acontecimiento de cuya trascendencia histórica seguramente no se percató la mayoría de sus habitantes: los delegados de las federaciones obreras de Inglaterra, España, Francia, Italia, Rusia y Suiza se reunieron allí en congreso para refundar la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), creada en Londres en septiembre de 1864 y conocida en la historia con el nombre de Primera Internacional (3). En la mente de los organizadores, se trataba de volver a las fuentes del primer esbozo de agrupación mundial de la clase obrera. La creación de la AIT respondía a la voluntad de emancipar a los trabajadores más allá de las fronteras, pero también de dejar las competencias organizativas y el poder de decisión en manos de las instancias locales. Para ser ofensiva, la internacional consideraba que debía apoyarse en la autonomía y el federalismo y así adaptarse a las realidades que dictaba cada terreno. La delegación de competencias a una autoridad superior solo debía plantearse como último recurso.

El “congreso de la internacional antiautoritaria” de 1872 y, con él, Saint-Imier, ocupan incuestionablemente un lugar central en la memoria colectiva de los anarquistas, con el especial añadido de que allí estuvo Mijaíl Bakunin, gran figura revolucionaria rusa con una extensa red de contactos en Europa. Algunos incluso consideran la aldea suiza como la cuna de esta corriente intelectual y política, y las cuatro resoluciones adoptadas al final del primer congreso, algo así como su carta fundamental. Posteriormente, el anarquismo se caracterizó por la floreciente diversidad de sus planteamientos y formas de acción. Las dos primeras resoluciones proponían una especie de análisis de la situación aplicado a la Internacional y marcaban el rumbo a seguir. Según los primeros anarquistas, las miserias del mundo en 1872 se debían achacar en gran parte a los principios autoritarios y a los actores que los aplicaban, principalmente la patronal capitalista, la Iglesia y el Estado. En esta aún incipiente etapa de su historia, los anarquistas también se pronunciaban contra lo que percibían como tendencias autoritarias en la obra y en la acción de Karl Marx y también en el Consejo General de la AIT. De hecho, el “Pacto de amistad, solidaridad y defensa mutua entre las Federaciones Libres”, proclamado en la segunda resolución, fue un acto de oposición al Consejo de Londres. Las resoluciones tercera y cuarta especificaban, por su parte, las formas de organización y de lucha a seguir para combatir la autoridad en todas sus formas.

Naufragio de un proyecto

Más que estos cuatro puntos, lo que resultó fructífero para el futuro del movimiento fue el intercambio de experiencias entre trabajadores de distintos países. Los (...)

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Florian Eitel

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