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Los límites de la adaptación al cambio climático

Cómo protegerse del imposible escenario de + 4 grados

La ciudad futurista ultra climatizada de Dubai será anfitriona a comienzos de diciembre de la 28ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28). Este año, los signatarios de los Acuerdos de París de 2015 tienen como principal objetivo el de financiar mejor la adaptación a las alteraciones climáticas en curso. Francia también quiere reflexionar sobre la contención necesaria para un escenario con 4 grados más de acá a fines del siglo. Un mal sueño.

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Cesar Gabler, Gigantes del desarrollo, 2013

En 2022, la temperatura promedio del planeta superó en 1,15ºC a la del período preindustrial. Debido a que la temperatura aumenta más en la superficie terrestre, Francia sigue una trayectoria de calentamiento cada vez más difícil de revertir para mantenerla por debajo de +2,5 a +3ºC. Como instaba el gobierno francés en una consulta pública el pasado verano boreal, ¿deberíamos prepararnos para un aumento mundial de +3ºC, lo que se traduciría en un recalentamiento de +4ºC en Francia?

Los datos científicos y las proyecciones de las que disponemos muestran que semejante escenario no es compatible con la sostenibilidad de las formas avanzadas de vida en la tierra. Ya se observan sucesos meteorológicos extremos como las sequías y las olas de calor que favorecen la extensión de incendios incontrolables y pérdidas considerables de cosechas. Habida cuenta de la inercia de los fenómenos climáticos, estos sucesos se multiplicarán e intensificarán inexorablemente. Pero, sin una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, “el calentamiento podría provocar que se traspasen umbrales, incrementando aun más la temperatura, y así sucesivamente, como una cascada de dominós imposible de controlar”, advierten dos especialistas en geociencias, Will Steffen y Johan Rockström (1).

Aceptar semejante escenario a escala mundial sería correr el riesgo de un desbocamiento que llevaría a traspasar umbrales irreversibles como la transformación de las grandes selvas tropicales en sabanas, lo que las volvería incapaces de cumplir el rol de “pulmones del planeta” (2). Esto provocaría un derretimiento aun más rápido de los casquetes polares que precipitaría el alza del nivel de los mares y un fatal debilitamiento de las grandes corrientes oceánicas que atemperan muchas regiones del mundo. También sería un error ignorar las repercusiones en Francia o en Europa de los movimientos globales que resultan del caos climático, como las epidemias de patógenos actualmente confinados, o las grandes migraciones humanas que ya no es posible recibir dignamente.

Firmado por todos los países del mundo en diciembre de 2015, el Acuerdo de París sobre el clima permitía tener esperanzas de que se frenarían seriamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Se produjo lo contrario. Son muy pocos los países que respetan sus compromisos, a pesar de que son insuficientes para alcanzar el objetivo común. Las empresas implicadas aumentaron masivamente sus inversiones en la exploración y la extracción de combustibles fósiles y en la diversificación de los compuestos químicos tóxicos. Así, desde 2016 se invirtieron más de 2.200 mil millones de dólares. Se comprometieron muchos más para 2030, particularmente por parte de China Energy en el carbón, de TotalEnergies y Saudi Aramco en el petróleo, con “bombas de carbono”, así bautizadas en referencia a su capacidad para transformar el clima en invivible. La mayoría de los grandes bancos internacionales –entre ellos BNP Paribas, Crédit Agricole y Société Générale– aportan una contribución decisiva al financiamiento de estas actividades y obtienen grandes beneficios de estas; aseguran la base financiera de un crimen humano y ecológico masivo.

Carrera hacia el abismo

En lugar de pretender prepararnos para una adaptación imposible más allá de cierto nivel de calentamiento, las autoridades públicas deberían tener como prioridad absoluta frenar la constante progresión a escala planetaria de las emisiones de gases de efecto invernadero y de las otras actividades destructoras de la vida en la tierra. Y, por ende, disciplinar a las empresas responsables de ello. Frenar esta carrera hacia el abismo aún es posible y no faltan las pistas:

Obligar a las empresas a registrar en sus balances los daños a la salud humana y a los recursos naturales revelaría que muchas no obtienen ningún beneficio real. Distribuyen dividendos fraudulentos ya que son producidos por esos daños (3), que superan los 5 billones de dólares por año (4), según estimaciones del Fondo Monetario Internacional y merecerían ser sancionadas.

Reestructurar las finanzas públicas, es decir los sistemas de deducciones y subvenciones, de manera que dejen de generar daños y (...)

Artículo completo: 2 371 palabras.

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Alain Grandjean*, Claude Henry** y Jean Jouzel**

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