Mariela Rivera Imágenes suspendidas en el Corazón y la Memoria

Cuando me invitaron en enero de este año a realizar la investigación del archivo de Mariela Rivera, que terminó en la exposición Mariela Rivera: imágenes suspendidas en el corazón y la memoria”, lo primero que solicité fue reunirme con ella, porque no la conocía, ni a ella ni su valioso trabajo. Me interesaba saber si íbamos a congeniar para embarcarnos en este proyecto, pues hace tiempo que estoy convencida de que todo esto se trata de un acompañamiento, de una voz colectiva – al menos una voz de a dos-, un viaje donde una tiene que estar dispuesta a aprender, a sorprenderse, a dialogar y, sobre todo, a escuchar para luego co-construir un relato de lo que la fotógrafa, en este caso, quiere decir.

Nos reunimos en su casa y lo primero que había a la vista en la sala de estar era su archivo cuidadosamente resguardado en cajas y archivadores, todo con una delicada forma de clasificación emotiva. Es decir, una comprensión sensible que aquellos negativos y diapositivas -luego también imágenes digitales- guardaban algo relevante que cuidar y que compartir. Lo segundo que llamó mi atención fue la manera en que Mariela narraba las historias detrás de aquellas imágenes. Escuché atentamente su historia, que son también sus historias entrelazadas con las historias de otras y otros; y en algún lugar, también son las historias de nosotras y nosotros, y entendí que el archivo al cual me enfrentaba no solo era uno de imágenes y registros periodísticos, sino que me involucraría en una historia de vida, en una forma de habitar el mundo y, por cierto, muy rápidamente entendí que además se trataba de una mujer feminista, fotógrafa, madre, activista y terapeuta que luchó y sigue luchando y resistiendo para construir un lugar, un país, un mundo más digno.

Los pocos meses que tuvimos para revisar el archivo que ella misma digitalizaba, permitió que todos los viernes en la tarde, cuando nos reuníamos, se revelaran nuevas imágenes que habían estado latentes, memorias fotográficas que reaparecían ante su mirada y su memoria; y frente al mía y la de ustedes. Sin duda el tiempo que teníamos no fue el suficiente para indagar en profundidad el archivo y las memorias orales, aquello quedará para otras u otros investigadores, pero si permitió dar cuenta de un trabajo coherente, ético y de largo aliento, que, en esta, su primera exposición individual, invita a los públicos a conocer un relato potente sobre nuestra historia reciente, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe civil-militar y en un contexto político que necesita con urgencia repensarse para transformase, a partir de siempre exigir primero justicia, verdad, reparación y garantías reales de no repetición.

Durante cuatro meses revisamos imágenes y conversamos sobre su vida, lo que significó al mismo tiempo hablar sobre las personas que la han acompañado y sobre tantas otras que ella (...)