La palabra “empatía” está entre las más googleadas. La utilizan las empresas, el coaching, y hasta se evalúa incorporarla en los programas de las escuelas para prevenir el acoso. La trampa de esta búsqueda de “pacificación generalizada” es que desacredita los conflictos políticos o sociales al asimilarlos a una falta de altruismo.
“Somos espontáneamente racistas”. Quien hace esta declaración sobre la naturaleza humana no es un votante seducido por la extrema derecha sino el psiquiatra Serge Tisseron (1). Enseguida caemos en la melancolía. Pero la naturaleza humana es una tierra de contrastes y nos animamos al enterarnos de que si cada uno está “programado por la evolución para privilegiar sus vínculos de semejanza”, las técnicas de neuroimagen establecieron que también somos capaces de disponer del antídoto: la empatía. En realidad, no hay de qué vanagloriarse, ya que solo se trata de una “forma de adaptación que diversas especies han desarrollado para aumentar sus posibilidades de supervivencia”, lo que condujo al ser humano “hacia una dirección cada vez más social y cooperativa”. Sin embargo, es claro –lamentablemente– que no siempre seguimos esta amable dirección, y que no es tan espontánea como desearíamos. Una solución sería boostear (2) la empatía, mejorar nuestra naturaleza humana, es decir nuestra programación a veces defectuosa, por desgracia, y que es necesario reforzar en la dirección correcta.
¿Cómo y cuándo activarla?
Por supuesto, primero deberíamos determinar con precisión lo que significa el término. En 1873, en su tesis doctoral, el filósofo Robert Vischer habría acuñado el concepto de empatía (Einfühlung, en alemán) para describir una experiencia estética. Después lo recicló el psicoanálisis, luego la sociología y, más tarde, todo el mundo. Es un concepto conocido desde hace tiempo por los fanáticos de Philip K. Dick: en su obra, la empatía es lo que, en principio, distingue al humano del androide. El término se volvió familiar, tal vez omnipresente, pero sigue siendo vago.
De hecho, la definición de empatía está entre las más buscadas en Google (junto a “bipolar”, “narcisista” y “laicidad”). El diccionario Larousse dice con sobriedad que es “la facultad intuitiva de ponerse en el lugar del otro, de percibir lo que siente”. Según la Encyclopædia Universalis, es una “capacidad innata” que tiene tres facetas: emocional, cognitiva –propia del ser humano– y motivacional. France Inter da su versión (11 de diciembre de 2019): “la función cognitiva permite analizar lo que debe ser considerado como la reacción correcta”, pero las tres dimensiones –mimética, emocional y cognitiva– deben “dialogar permanentemente para evitar las rivalidades, los celos, la envidia” y favorecer “la cooperación y la benevolencia”. En definitiva, la empatía es una “aptitud innata” de raíces biológicas, cuya activación permite un “clima social pacífico”, según el breve pero detallado ensayo de Tisseron. Solo resta saber cómo activarla, precisamente.
El Ministerio de Educación y Juventud está trabajando en eso. Ha decidido formar a los estudiantes en la empatía, en especial para contribuir a la prevención del acoso, fenómeno que se ha vuelto imposible de ignorar ante el suicidio de gente muy joven, mediante sesiones que fueron experimentadas y evaluadas de enero a junio, y que se generalizarán en todas las escuelas primarias a partir del próximo año escolar. Según lo expresado por el entonces ministro de Educación Gabriel Attal en el prefacio del kit pedagógico destinado al cuerpo docente (3), esta formación debe “favorecer la adquisición de un conjunto de competencias indispensables para la convivencia, la autoestima y el respeto mutuo”. En un sentido más amplio, “el desafío consiste en reforzar la formación de los estudiantes en las competencias psicosociales, cuyos efectos benéficos quedan demostrados por la investigación: reduce las adicciones y los fenómenos de violencia, mejora la salud, el bienestar y el rendimiento académico, fortalece las relaciones consigo mismo y con los demás”. No sabemos de qué investigaciones se trata, ya que el único organismo que parece haber participado en la elaboración del kit pedagógico es la agencia de Salud Pública de Francia. Juegos, debates y mímicas permitirán que los estudiantes desarrollen “una relación consigo mismos menos dura y menos enjuiciadora”, y que “comprendan el sentimiento del otro”. En este enfoque, el tipo de cualidades valoradas a veces puede sorprender: por ejemplo, en el juego de cartas de las fortalezas de carácter, la humildad es reconocida como una de ellas. Es verdad que, desde luego, resulta útil para la “convivencia”.
La iniciativa del Ministerio se basa en la experiencia implementada en Dinamarca desde 1993, aunque también allí “el bienestar de los estudiantes, especialmente del nivel secundario, se está deteriorando” (France Culture, 9 de noviembre de 2023). En 2017, Copenhague promulgó una rigurosa ley contra el acoso. Sin embargo –y esto se vincula con la cuestión de la eficacia–, podemos preguntarnos si no es discutible esta apuesta moralizante que define el bien y el mal en cada uno y que, en efecto, propone juzgar y corregir, induciendo así al autojuzgamiento y a la autocorrección en función de un modelo de adaptación.
Su uso en otros ámbitos bastante alejados de la formación de un futuro ciudadano en paz consigo mismo y con los demás arroja luz sobre sus ambigüedades. Con el coaching, el uso de la noción de empatía se reduce a un proyecto simple: obtener el máximo rendimiento de su capital emocional. Por 88,21 euros también podemos comprar una muñeca de empatía de la marca Joyk, para “el contacto emocional que establece con el adulto que la adopta”. En la página web de Alzheimer Solutions, leemos que el muñeco de trapo “se coloca en los brazos de la persona mayor como un verdadero bebé” (pero cuidado: el corazón que late es opcional), lo que permitiría “favorecer la expresión de sentimientos” y “despertar recuerdos”.
Como señala Forbes, la empatía es un “valor esencial”, hay que desarrollarla, del patrón al empleado, es “la aptitud más importante para el liderazgo, según las investigaciones” (4), como para revitalizar la estrategia gerencial de la gran familia. Así de sincera en su objetivo, la tarjeta de empatía, recomendada con entusiasmo por Bpifrance, un banco público de inversión, permite entender mejor –por no decir perfilar– al cliente (5). Un equipo va a “identificar los elementos que influyen en su comportamiento”, al tratar de responder a algunas preguntas: “¿Qué piensa? ¿Qué siente? ¿Qué prefiere? ¿A qué le teme?”. Las respuestas las proporcionan los que lo conocen: las redes sociales, los fórums y, en breve, la inteligencia artificial.
Listo para servir a todo
¿Y si esta fuese la solución a todo? ¿Un poco de dulzura en este mundo brutal? Como lo sugiere Les Échos (22 de julio de 2022) en relación a los despidos, hay que aprender a “dosificar entre procedimiento y empatía” (es mucho mejor). Profundicemos en la convivencia, evitemos las confrontaciones. Los huelguistas, por ejemplo, deberían tomar clases. Attal se escandaliza por una movilización de la empresa de transporte público RATP: “Cero empatía con todos los franceses que no pudieron trabajar” (Le Figaro, 10 de noviembre de 2022). Emmanuel Macron se sorprende de la “falta total de empatía por parte de los huelguistas” de la Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses (France Info, 22 de diciembre de 2022). ¿No serán –pecado mayor– egoístas, egocéntricos, incapaces de percibir lo que sienten los demás? Y ¿no habría aquí material suficiente que justifique las propuestas de funcionarios para reducir finalmente el derecho a huelga?
Desde luego, esta pegadiza noción, científicamente certificada, se encuentra al servicio de una doble empresa. En el anverso, define cómo se debería ser para “crear lo común”, rentable para todos; eso determina su reverso: la denuncia de los vicios individuales, tóxicos para uno mismo y para la comunidad. Esta voluntad de conformidad en nombre del desarrollo, de una pacificación generalizada –¡viva la humildad!–, pretende silenciar así las pulsiones negativas, cableándolas de otro modo, y desacreditar los conflictos políticos o sociales al asimilarlos a una falta de altruismo. No existe problema que no sea individual... Es un hallazgo. Un viejo hallazgo, claro, pero increíblemente bien modernizado. Listo para servir a todo y a todos. De esta manera, nos explica Le Monde (28 de noviembre de 2023), no sería una lectura política, reflexionada, sino una rareza de “la empatía, ingrediente clave de la creación”, la que llevaría a los ámbitos culturales –sobre todo en Francia– a extraviarse al apoyar más a Gaza que a Israel. ¡Cuidado! ¡Demasiada empatía daña! Puede ser una tontería, peor aun, una debilidad. Además, si la palabra no tiene realmente un antónimo, lo empático tiene su opuesto y es una representación de la fuerza: el psicópata. Y el psicópata cautiva.
El éxito de los serial killers no cesa (6). Hay que decir que se les suele atribuir un coeficiente intelectual impresionante, que impone respeto. El caníbal es muy apreciado, Dahmer encanta en Netflix, Hannibal Lecter (El silencio de los inocentes) sigue siendo una referencia sobre la cual se hacen variaciones. Los narcotraficantes, verdaderos jefes, hacen estragos imponiendo la ley (Narcos, Griselda, etc.). Sorprendente dupla forman la ola de empatía y la fascinación por los grandes criminales. Como si la violencia neoliberal, el poder cada vez más extendido y más personalizado de los gobiernos democráticos, la reducción sistemática de la historia a los grandes hombres se pusiera en tensión en los imaginarios con la repetida exhortación al odio por el odio, al rechazo del conflicto, condición del buen ciudadano, que no podría, de lo contrario, ser más que un perturbador perturbado, un enfermo peligroso e incluso un culpable.
Bueno. Para resolver estas contradicciones existe una alternativa, bastante clara: pulverizar la ideología dominante, o desarrollar un aerosol nasal. Parece que unas pocas inhalaciones de oxitocina, una hormona natural, favorecen la empatía (7). Es científico. Está en proceso.
1. Serge Tisseron, L’empathie, PUF-Que sais-je?, París, 2024.
2. N. de la R. : En la jerga gamer significa usar una cuenta o un personaje para subir de nivel.
3. “Kit pédagogique pour les séances d’empathie à l’école”, Ministerio de Educación y Juventud, enero de 2024, https://eduscol.education.fr
4. Tracy Brower, “ Empathy Is The Most Important Leadership Skill According To Research”, Forbes, Nueva York, 19 de septiembre de 2021.
5. “Utiliser la carte de l’empathie pour développer son entreprise”, https://bpifrance-creation.fr
6. Laurent Denave, L’Inhumanité. Serial killers et capitalisme, Raisons d’agir, París, 2024.
7. Marcel Hibert, Ocytocine mon amour, humenSciences, París, 2021.
*De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Magalí del Hoyo