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Hacia la criminalización de la participación ciudadana

Piñera opta por la represión

El 2011 es claramente el año de las mayores y más variadas movilizaciones sociales de las que se tenga memoria desde 1990. Desde las manifestaciones de enero en Magallanes, pasando por la nueva huelga de hambre de los dirigentes mapuche, los conflictos de tierras en la Isla de Pascua, las protestas por la aprobación del proyecto HidroAysén, la marcha por la igualdad de derechos impulsada por el movimiento de diversidad sexual, los reclamos de las comunidades afectadas por el terremoto, como Dichato, la huelga minera contra la privatización de Codelco, hasta las masivas protestas estudiantiles. Un despertar de reivindicaciones que surgen desde una sociedad civil que demuestra estar más consciente de lo que se pensaba respecto al rol que le cabe en una democracia.

¿Es anormal que esto suceda? ¿Es una expresión peligrosa o ilegítima? Los grandes teóricos de la democracia contemporánea nos dicen que no. Al contrario, la incidencia política de la sociedad civil, entendida como la esfera no estatal y no económica que ejerce poder comunicativo, es un indicador de la vitalidad de una sociedad democrática. Jürgen Habermas, por ejemplo, interpreta este tipo de procesos mediante su famosa metáfora de la fortaleza asediada: “El poder comunicativo es ejercido a modo de un asedio. Influye sobre las premisas de los procesos de deliberación y decisión del sistema político, pero sin intención de asaltarlo, y ello con el fin de hacer valer sus imperativos en el único lenguaje que la fortaleza asediada entiende”...

Artículo completo: 260 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2011
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Álvaro Ramis

Teólogo, especialista en Ética Aplicada.

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