Mientras que los gobiernos ucraniano y moldavo sueñan con el oeste, una pequeña república disidente, encerrada entre esos dos países, no comparte sus aspiraciones. Pese a carecer de reconocimiento internacional, Transnistria obstaculiza los proyectos occidentales desde hace veintidós años, al requerir el aval de Rusia para cualquier solución. Este “conflicto congelado” aclara los factores clave de los combates en el Donbass.
“Hacia el futuro con Rusia”. En Tiraspol, la capital de Transnistria, o “República Moldava del Dniéster”, el afiche con los colores de la Unión Económica Euroasiática ocupa todo el largo de un trolebús. El eslogan escrito en ruso, la principal lengua oficial de este territorio, corona la imagen de una familia local: padre, madre e hijo dirigen una mirada llena de esperanza hacia la silueta de un Kremlin con aspecto de fortaleza protectora. Los pasajeros parecen entrar y salir del afiche. Pronto el vehículo desaparece al final de la arteria principal de la ciudad, la avenida 25 de octubre, fecha de la Revolución Rusa de 1917.
La anexión de Crimea por parte de la Federación de Rusia en marzo pasado despertó el interés por los “conflictos congelados”, resultantes de la creación de varios Estados disidentes y no reconocidos durante la desintegración de la Unión Soviética. Algunos comentaristas aludieron a la posibilidad de que Rusia anexara en un mismo impulso Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria en reacción a los acuerdos de asociación que firmaron con la Unión Europea Georgia, Moldavia y Ucrania en junio pasado...
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