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Amistad cívica, consensos y blanqueamientos

Pactos que hieden

Asistimos en junio a algunas definiciones menores pero ciertamente altisonantes en la esfera pública. El que podría designarse como el “caso Warnken”, un tira y afloja secundario aunque muy publicitado -en el cual un viejo conocido del columnista le reprochó el gesto de haberle prestado ropa en una entrevista a Mañalich y a su gestión reconocidamente impresentable- gatilló la defensa cerrada del entrevistador en el ámbito mercurial y el apoyo un poco extemporáneo del “partido del orden”, la vieja guardia concertacionista, tan proclive hoy como siempre al orden público, la estabilidad, el diálogo en las altas esferas y los acuerdos vertiginosos en la cúpula.

En esta época nuestra tan narcisista y enfocada a la visibilidad en los medios, las polémicas públicas suelen transformarse en un vehículo para recobrar figuración. Algo de eso quedó sugerido en la proliferación de cartas y manifiestos y entrevistas reiteradas a personajes novedosamente afines al statu quo (¿será tan novedosa esa afinidad?). En una instancia mediática emanada del empresariado, Cristián Warnken entrevistó a Carlos Peña no una sino dos veces, y luego a Javiera Parada (de quien se recuerda hasta hoy su gesto de ir en son de paz a La Moneda cuando el país comenzaba a arder en octubre), y luego la misma Javiera Parada aprobó de manera entusiasta una carta que Jaime Bellollio (diputado UDI) hizo circular y en la que volvía a rescatar al ex ministro Jaime Mañalich en su gestión. Last but not least, un suplemento mercurial terminó entrevistando y reperfilando a Warnken como el nuevo adalid ilustrado de estos parajes, con lo cual el círculo terminó de cerrarse, de momento cuando menos.

Más papistas que el Papa
Fue como una campaña de blanqueamiento de apariencia espontánea y que buscaba omitir las vacilaciones de varios de esos personajes durante el estallido social de octubre o su explícita omisión de la violencia desencadenada contra la ciudadanía (¿cómo se puede dialogar y colaborar, como ellos pedían y aún piden, con un gobierno que ciega a los adolescentes y sigue encubriendo a los hechores?). Tanto despliegue en los medios lleva a pensar en un empeño de reposicionarlos como influencers; una campaña de “agitación y propaganda” mejor que las que proponía Lenin en su día para afianzar el poder bolchevique, aunque aquí se trata más bien de seguir afianzando a los voceros espontáneos del orden autocomplaciente en que vivimos inmersos, plagado de pactos espurios, genuflexiones y complicidades solapadas.

El asunto vino acompañado, cómo no, de muchas alusiones en tono lastimero de los presentadores y entrevistados (evocadora de los usos sacerdotales en la misa) (...)

Artículo completo: 1 430 palabras.

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Jaime Collyer

Escritor.

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