En marzo de 2020 John Allen, presidente de la Brookings Institution, refiriéndose a la pandemia del coronavirus, señalaba que la historia siempre es escrita por los vencedores y, en este caso, “la historia será escrita por los ‘vencedores’ de la crisis Covid-19”, y sea quien sea quien escriba la historia, “esta crisis reorganizará la estructura de poder internacional de una manera que solo podemos comenzar a imaginar” (Allen, 2020).
En este sentido, respecto de la tensión chino-estadounidense resulta interesante hacer un breve balance tras un año de pandemia sobre tres aspectos: crecimiento económico; desarrollo de redes político-económicas; y lo que se ha denominado “la geopolítica del Covid-19”.
1) En términos económicos, la potencia que sin duda ha salido “relativamente” triunfante, es China. Recordemos que EE.UU. entró en recesión en febrero de 2020, tras 128 meses de crecimiento, y durante el año pasado su economía decreció un 3,5%, que es la mayor contracción que ha sufrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto significó que durante 2020 las exportaciones cayeron un 13%, el consumo interno cayó un 3,9%, se perdieron 10 millones de puestos de trabajo y la tasa de desempleo llegó al 6,7% (Sánchez-Vallejo, 2021).
Por el contrario, la economía China en 2020 creció un 2,3%, su crecimiento más bajo en 40 años y lejos del 6% planificado antes de la pandemia, sin embargo, fue la única gran economía mundial que mostró un crecimiento positivo (E.B., 2021a). Un resultado muy significativo ya que también la Unión Europea decreció en un 6,8% y, al igual que EE.UU., fue su mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial (Pellicer, 2021). Además, la balanza comercial China resultó con un superávit de 535.030 millones de dólares, el mayor superávit desde 2015 (E.B., 2021 b). Esta situación demostró que la economía china está totalmente imbricada con las grandes economías occidentales, así como con el resto de las economías del mundo y que no es posible para EE.UU. bloquearla sin recibir negativas consecuencias en su propia economía. O sea, la economía occidental es altamente dependiente de la producción china y si bien, por esta razón, se ha abierto todo un proceso de análisis de seguridad nacional tanto en EE.UU. como en la UE, que buscaría fortalecer una producción nacional con fines estratégicos a fin de no depender en demasía de la producción asiática, los cambios, de producirse, no serán ni inmediatos ni totales.
2) Otro aspecto relacionado con el anterior es que, pese a todos los esfuerzos implementados por EE.UU., desde tiempos de Obama, para entorpecer el creciente aumento de influencia global de los asiáticos, el fortalecimiento de las redes político-económicas chinas ha sido imparable. Por ejemplo: a) En noviembre de 2020 China firmó un acuerdo comercial con 14 economías del Asia- Pacífico, conocido como Asociación Económica Regional Integral (RCEP), que abarca a 2.200 millones de personas y casi un tercio de la producción económica mundial. Este acuerdo fue un golpe de gracia a los intentos proteccionistas de Trump y su pretendida guerra comercial, así como a cualquier intento estadounidense por restringir o aislar a China (Fritz, 2020). Al respecto, se debe recordar que el acuerdo del TPP11, impulsado por Obama y que Trump desechó, no era otra cosa que un intento por debilitar la influencia económica china en el Asia-Pacífico.
b) (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de abril 2021
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl