La brutalidad en el trato de las personas es una práctica común en casi todas –o todas– las policías del mundo. Muchas veces nos preguntamos por la causa de este modo de comportarse y la respuesta es clara: porque pueden hacerlo. Lo que sucede en Chile con una de las policías al menos –Carabineros– es eso pero agravado, porque se trata de una policía militarizada que no conoce bien los cánones de la sociedad civil y tiende a respetarlos poco. La antigua imagen de ese carabinero servicial, que incluso podía atender partos en emergencias, de ese hombre sencillo y popular, fue siendo sustituida por el uso cada vez más extendido de lo que se llamó el “grupo móvil”, que eran los policías “antidisturbios” creados hace más de seis décadas. Desde el desdichado 2 de abril de 1957 hasta las represiones brutales de los años 60 y 70, hay un largo historial que ni siquiera se interrumpió en el gobierno de Allende pese a sus promesas.
Todo fue peor cuando Carabineros se sumó al golpe de Estado que perpetraron la derecha con las Fuerzas Armadas. El desconcierto inicial de muchos de esos policías militarizados que no sabían hacia qué lado disparar, se aclaró cuando apareció el general Mendoza junto a los comandantes de las Fuerzas Armadas. Desde esa tarde quedó claro que vendría un cambio en la institución.
Carabineros puso a muchos de los suyos en la DINA y la CNI, pero no bastándose con eso creó su propia unidad represiva clandestina (DICOMCAR) al mando del coronel Fontaine.
Los hechos que terminaron con la sepultación de personas en las minas de cal de Lonquén (1973) demostraron la brutalidad y la torpeza de esos policías, que debiendo llevar prisioneros a un campo de detenidos, los asesinaron sin piedad y luego quisieron ocultar su crimen. Eso reveló una decadencia moral interna que llevaba a unos a solazarse con el poder, aprovechándose de su capacidad de fuego y de la impunidad, mientras otros daban curso a una corrupción institucional que partía por beneficiarse indebidamente de prestaciones y dineros que estaban a su alcance. ¿Dónde están el electricista, el jardinero, el carpintero? En la casa del coronel o del general o del mayor. ¿El chofer policial? Llevando a la señora al supermercado. Su defensa: es lo que hacían siempre los militares y ahora podían hacerlo ellos, pues no había poder civil que pudiera controlarlos.
Los oficiales de menor graduación, los suboficiales y la tropa, usaron su poder y su impunidad para cometer delitos. El asesinato a golpes de Federico Álvarez Santibáñez fue un caso señero. No olvidemos a esos dos carabineros que fueron condenados por una sucesión de crímenes en la región de Valparaíso, aunque el país mayoritariamente creyó que ellos fueron solo chivos expiatorios para ocultar la participación de empresarios importantes en esos delitos. Recordemos los asaltos de farmacias en el año 1985, por los que terminaron siendo imputados carabineros en servicio, a los que se llamó “ex carabineros”, para dar la idea de que habían sido expulsados de la institución antes de que cometieran los delitos. Y así se ha seguido haciendo hasta ahora.
Desde esa fecha ya nada se pudo ocultar, porque cada día hay noticias de funcionarios policiales mezclados en hechos de violaciones a los derechos humanos o en la comisión de delitos comunes, (…)
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