A propósito del duro debate sobre el aumento del salario mínimo, que se elevará de manera gradual hasta llegar a los 500 mil pesos el próximo año, parece pertinente reflexionar sobre lo que está pasando con el trabajo en Chile, con sus trabajadores, trabajadoras y sus órganos colectivos de representación, los sindicatos.
Previo a ello es necesario recordar que esta demanda del movimiento sindical en particular de la Central Unitaria de Trabajadores -CUT- se levantó antes de las movilizaciones del 19 de octubre del 2019, se sostuvo durante la pandemia, se reiteró sistemáticamente cuando la crisis económica post Covid 19 golpeaba más duramente a las familias y finalmente hoy se han manifestado las voluntades políticas que lo hacen viable a corto plazo.
Hablamos de un salario mínimo, de una remuneración por jornada completa de trabajo, que permita cubrir las necesidades más básicas, una condición inicial de valoración a las labores desempeñadas, que en concreto beneficiará directamente a una fracción de trabajadores, pero que debiese guiar a un alza de los salarios que no alcanzan el mínimo impuesto anteriormente, de manera progresiva.
Tanto el alza de los 500 mil pesos hoy, como el reajuste del 13% al sector público hace 6 meses, la reciente aprobación de la jornada de 40 horas, la ratificación del convenio OIT 190, que previene y sanciona la violencia en el trabajo, son elementos constitutivos de la tríada de demandas históricas. “salario, jornada, organización” que el movimiento sindical ha empujado desde hace más de un siglo, hoy se suma la previsión social, la equidad de género, la libertad sindical y el diálogo social, reuniendo y asegurando las mínimas condiciones necesarias para el ejercicio de derechos fundamentales del trabajo decente, que garantizan una calidad de vida digna a los / las trabajadores y sus familias, y una mayor cohesión social.
Recorrido histórico
Existen grupos y sectores de la sociedad, a los cuales, esto les parece una perorata interminable del movimiento sindical. anacrónica para los actuales cambios profundos y de transformaciones estructurales del trabajo, con la irrupción acelerada de la tecnología, la robotización, el trabajo remoto, las plataformas, el multiverso y la inteligencia artificial, parece entonces, una agenda laboral que no representa a nadie como lo han señalado algunos políticos congresales, poniendo en cuestión la existencia misma de los sindicatos, y proclamando su obsolescencia. Entonces habría que preguntarse ¿Por qué los sindicatos molestan tanto a ciertos sectores?
Un breve recorrido histórico nos recuerda que, desde sus albores, el sindicalismo, nacido de la propia relación capital/trabajo, ha venido representando los intereses de las grandes mayorías (…)
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