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Putin se enfrenta a un escenario interno complejo

En Rusia, el espejismo del apoyo a la guerra

En abril, los parlamentarios rusos adoptaron una ley que limita las posibilidades de esquivar el enrolamiento en el frente en Ucrania. Los convocados serán citados por vía electrónica y sometidos a una prohibición de salir del territorio. Mientras el conflicto en Ucrania se estanca, la presión del Kremlin sobre la población aumenta. Del lado de los opositores, ya sean partidarios o críticos de la guerra, crecen las denuncias contra las elites.

A primera vista, el barco ruso se mantiene a flote en la tempestad que provocó el Kremlin al atacar a su vecino ucraniano. Más de un año después del comienzo de la guerra, la economía del país se desacelera sin desplomarse (-2,1% en 2022). Según las encuestas, incluso aquellas llevadas a cabo por los institutos independientes del poder (1), la mayoría de la población sigue estando a favor de la continuación de las operaciones militares. No obstante, las fisuras en el tejido social se agrandan y se producen sorprendentes convergencias: cualquiera sea su opinión sobre la guerra, son cada vez más los rusos que desafían a las “elites”. Ya palpable antes del comienzo de la invasión en febrero de 2022 (2), el fenómeno adquiere amplitud.

Mientras un clima de miedo se instala en Rusia, tomar el pulso de la sociedad es una hazaña. La lectura de las notas metodológicas que las encuestadoras independientes adjuntan a sus resultados aporta a veces útiles enseñanzas. Tal como la del derrumbe de las tasas de respuesta. Según Russian Field, proveedora de estudios de marketing y encuestas de opinión, solamente entre el 5,9 y el 9,3% de las personas interrogadas respondieron a la totalidad de sus preguntas sobre la “operación militar especial”, una tasa tres a cuatro veces inferior a la de las encuestas realizadas antes del conflicto (3). En una de sus encuestas (4), en febrero pasado, Russian Fields también proponía elegir entre medidas que apuntaban a intensificar la ofensiva y otras a favor de la paz. Solamente el 27% de la muestra declaraba apoyar la escalada, contra el 34% de personas favorables a un camino hacia la paz.

Entre dos polos

Tres grupos sociales se destacan. El “partido de la guerra”, que, según las encuestas, representa entre el 25% y el 37% de quienes responden, aprueba la persecución de los contestatarios, se declara listo para sacrificar la política social en beneficio de objetivos militares y condena a los desertores. Esta categoría está particularmente bien representada en las personas mayores y en las franjas de ingresos superiores. En la otra punta del espectro, el “partido de la paz” –del 10% al 36% de las personas encuestadas– reúne sobre todo a jóvenes y a los encuestados más pobres. Entre esos dos polos, las personas declaran que les cuesta responder o dan respuestas contradictorias. A menudo opuestas a la escalada militar, se atienen no obstante a la posición oficial de las autoridades.

El partido de la guerra tiene sus voceros en las redes sociales, a través de las cuentas de aquellos que podemos llamar “turbo-patriotas”. Su libertad de expresión, por ahora, no choca con ninguna restricción, pero genera cierta inquietud entre los dirigentes que temen una escalada. “No es a un Maidán liberal a lo que debemos temer: todos los liberales huyeron. [...] Hoy, el único peligro para nuestro Estado es un Maidán turbopatriótico teñido de un ligero izquierdismo y, al mismo tiempo, de debates sobre la corrupción”, declaró, en febrero pasado, Oleg Matveïtchev, diputado en la Duma del partido presidencial Rusia Unida (5).

Desde el comienzo de la invasión, supuestos “corresponsales de guerra” (voïenkory), compuestos por militantes de extrema derecha con competencias militares o paramilitares, garantizan la cobertura de las operaciones en las redes sociales. El más famoso es Igor Strelkov, ex oficial del FSB partidario de la monarquía. En 2014, a la cabeza de un destacamento de voluntarios rusos, se apoderó de la ciudad de Slaviansk, en el Donbás ucraniano. En ese entonces, Moscú apoyaba militarmente a los separatistas, pero los dirigentes demasiado turbulentos y exaltados de esa índole inquietaban al Kremlin (6). Strelkov tuvo que irse del Donbás. Hoy, en su canal de Telegram, seguido por cerca de un millón de personas, lamenta la falta de firmeza de las autoridades contra el enemigo ucraniano. Tras los reveses militares del otoño de 2022, denunció, al igual que otros nacionalistas radicales, las taras del régimen de Putin: mala organización del abastecimiento del ejército, debilidad de la industria armamentística, incompetencia y corrupción de los generales, mediocridad de una elite dirigente que vive en el lujo mientras la patria está en peligro. Insinúan incluso que una parte del entorno de Putin busca en secreto reconciliarse con Occidente, aun al precio de una capitulación. “Si hunden a Rusia en esta guerra, probablemente no podremos tocar a sus queridos socios occidentales, pero, en cuanto a ellos, haremos todo lo posible para alcanzarlos”, escribió Strelkov el 3 de febrero de 2023. Duda que el gobierno actual sea capaz de ganar la guerra. “La Gran Perturbación [llama así a la entrada en guerra, N. de la R.] es hoy por hoy inevitable. En la cúpula son muy conscientes de ello, y (...)

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Alexeï Sakhine & Lisa Smirnova

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