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La banalidad del mal: dictadura, infancias y memoria

Estamos ante la conmemoración de cincuenta años del Golpe de Estado de 1973 que remeció la tradicional y siempre inestable democracia chilena, que, con la Unidad Popular aún maniatada por la Constitución de 1925, intentó convertirse en poder popular. Dichas fechas calendarias recuerdan la urgencia de una tarea inconclusa: revisar los nudos de las temporalidades tensionadas siempre expuestas al tribunal del presente, la ritualización, y naturalización de la racionalidad política, el drama de los proyectos existenciales rotos y el alcance político y socio-cultural de los “signos desmemoriados” (Richard, 2000). Esta tarea adquiere particular actualidad respecto a las infancias vulneradas, por la turbia corriente de una historia que no deja de dolernos.

Las miradas respecto a la dictadura civil-militar configuran un controvertido ideario, que constituye nuestro presente cargado de pasado, y son eco actual de los demonios de la memoria ante un inquietante porvenir. Aquellos dramáticos días: 11 de septiembre de 1973 y los años posteriores abrieron una profunda herida en el carnal tejido de la vida misma, generaron potentes energías contestatarias, dieron inicio de un trabajo de duelo y de luchas, convirtiendo la memoria en espacio de enunciación política. El espesor interpretativo de los discursos públicos, las investigaciones académicas, el temblor en los relatos de la gente común que asumió la Unidad Popular como destino, expresaron este trabajo de duelo y la profunda ruptura en la política y cultura chilena. Hoy sabemos que la memoria no es la cosa sobre que pensamos, sino la cosa con que pensamos (Jelin, 2002), que es un acto de edición posteriori de la experiencia (Sergio Rojas, 2000), que es una seria advertencia contra el peligro de repetir la barbarie (Benjamin, 2020). Ante las máquinas borradoras de las huellas, ante el intento de sepultar la memoria de dolor en la lejanía y mudez de la historia, emerge el mandato de justicia de los hombres, no de la justicia divina, atemporal, jurídica o política, sino la justicia que custodia lo común.

El drama de lo ya sido y la memoria, no son inocentes, nos dejan ante varias preguntas. Lo que pasó está documentado y cuidadosamente archivado en la facticidad inerte de la enorme bibliografía, pero, ¿qué nos pasó?, ¿por qué recordar?, ¿quiénes quieren recordar y quiénes quieren olvidar?, ¿hasta cuándo seguir escribiendo obstinadamente sobre la dictadura?, ¿Cómo se miran los que escribirán la historia y los que hicieron esta historia?

Gran parte de las investigaciones sobre los acontecimientos de 1973 está dedicada a los adultos detenidos, encarcelados, desaparecidos, torturados, asesinados o exiliados. Recientemente, con los estudios de la vida privada, la “revolución sentimental”, la historia de las mentalidades, la subalternidad, y la historia local, las infancias se configuran como campo disciplinario específico, se constituyen en sujetos con historicidad y subjetividad propia. Los trabajos de Gabriel Salazar (2006), Jorge Rojas (2010), María Angélica Llanes (1999), Patricia Castillo (2015), intentan saldar (...)

Artículo completo: 1 518 palabras.

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Violeta Pankova, Patricia Angulo y Paulina López

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