Reagrupamiento y unidad

Los ritmos y los tiempos en que se mueven las fuerzas son clave en los combates militares, como también en la lucha política. Mover las fuerzas más lento o más rápido, en el momento adecuado o con demora, puede hacer la diferencia entre el triunfo y la derrota. Algo de eso pasó entre el plebiscito del 4 de septiembre y la elección del 7 de mayo, dos derrotas profundas para las fuerzas de gobierno en menos de un año. Al revés, la derecha opositora había sido arrinconada con un casi 80 por ciento de los votos para hacer una nueva Constitución y enterrar la de la dictadura, y luego en la elección de la entonces Convención Constituyente quedó en minoría.

En el segundo caso la mayoría del “apruebo” se fraccionó en la elección siguiente, aunque sumadas sus fuerzas mantuvieron a la derecha en minoría. La dispersión de fuerzas, sin embargo, se mantuvo en el proceso y por momentos se intensificó al interior del órgano encargado de proponer un texto constitucional, que sería llevado a plebiscito en septiembre pasado.

Las derechas iniciaron su campaña de demolición de la Convención Constitucional el mismo día que se instaló y supo mantener su ofensiva con sincronizadas arremetidas comunicacionales y en silencio invadió espacios territoriales. Supo aprovechar los tiempos que mediaron entre el plebiscito del “rechazo” y la elección de los 51 consejeros constitucionales, en la que la abrumadora fuerza del Partido Republicano se impuso. La colectividad de José Antonio Kast supo montarse en la oleada que generó el impacto del “rechazo”, mientras las otras derechas parecieron no reaccionar, para luego transformarse en el conglomerado minoritario del sector.

Así las cosas, el gobierno, sus fuerzas políticas de sustento, y los propios movimientos sociales afines al proyecto transformador que encarna el liderazgo del presidente Gabriel Boric, sufren el impacto durísimo de la derrota, el repliegue de fuerzas y el desgaste que provoca la búsqueda u omisión de responsabilidades, (...)