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Lo que revela la compra de twitter

Cuando la derecha hace suya la libertad de expresión

Tras tres décadas de un espectacular desarrollo de Internet, la utopía libertaria de la Red ahora es reivindicada por la extrema derecha estadounidense. Ello, en detrimento de una izquierda legítimamente preocupada por proteger a los más vulnerables frente a los discursos del odio, pero que deja en manos de las empresas capitalistas la regulación de las redes.

El diluvio de críticas que acompañó la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk sugiere que lo que se dirimía en la transacción no era solo la suerte de una red social apreciada por les elites. En efecto, la evolución de esta plataforma de microblogging es un indicador del futuro de la expresión en línea, y las controversias avivadas por el nuevo propietario demuestran que la regulación de la libertad de expresión se ha convertido en una cuestión conflictiva, especialmente en Estados Unidos.

Rebobinemos. En la primavera de 2022, Musk justifica la adquisición de esta empresa poco rentable (270 millones de dólares de pérdidas netas en el segundo trimestre de 2022) por su deseo de proteger la libertad de expresión, “los cimientos de una democracia que funciona”. Afirma querer limitar la moderación de contenidos al mínimo exigido por la ley (estadounidense) y presenta a Twitter como “la plaza pública digital donde se debaten cuestiones vitales para el futuro de la humanidad” (1). Cuando, tras diversas peripecias, compra la red social, despide a la mitad de los empleados por correo electrónico y rescinde los contratos de más de 4000 proveedores externos, responsables en particular de la moderación de contenidos. A continuación, restablece muchas cuentas desactivadas, incluida la de Donald Trump, renuncia a la política de lucha contra la desinformación implantada durante la pandemia de la covid-19, suspende por unas horas las cuentas de periodistas que no son de su agrado y filtra documentos que exponen cómo, bajo la dirección anterior, los ejecutivos de la empresa colaboraban con los servicios de inteligencia estadounidenses.

La Primera Enmienda

Más allá de estas decisiones erráticas y brutales, la evolución de la red social Twitter plantea una pregunta intrigante: ¿por qué un multimillonario autoritario puede presentarse hoy como un campeón de la libertad de expresión, una lucha histórica de la izquierda? Independientemente de lo que se piense sobre la sinceridad del compromiso de Musk, hay algo que resulta obvio: la derecha y la extrema derecha estadounidense reivindican ahora esa causa, aprovechando el espacio que gran parte de los progresistas ha dejado vacante.

Para entender ese vuelco, es necesario examinar la forma en que Estados Unidos regula la expresión en línea. Sobre este tema, el texto crucial es la sección 230 de la Communication Decency Act (CDA) aprobada en 1996 bajo la presidencia de William Clinton, que define las responsabilidades de las plataformas. O más bien su falta de responsabilidad, puesto que, según ese texto, estas empresas no pueden ser consideradas las autoras o editoras de los discursos puestos en línea por sus usuarios. En resumidas cuentas, si alguien publica algo ilegal, Twitter no tiene que responder por ello, salvo en ciertos casos específicos, como las infracciones relativas al derecho penal. La sección 230 especifica igualmente que tampoco se puede culpar a las plataformas por bloquear y filtrar determinados contenidos, siempre que quede acreditada su buena fe. En otras palabras, sus acciones de moderación y curación no invalidan su irresponsabilidad respecto de los contenidos publicados por terceros. Esas acciones editoriales están protegidas además por la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que blinda a los actores privados frente a toda exigencia de neutralidad impuesta por los poderes públicos. A consecuencia de ello, generalmente se interpreta que las interfaces, las opciones algorítmicas y las prácticas de moderación de las plataformas tienen una dimensión expresiva, es decir, que son “discursos” protegidos por la Primera Enmienda. En suma, cuando Twitter elimina contenido publicado por un usuario, la empresa está ejerciendo su propio derecho a la libertad de expresión.

Para las grandes plataformas, la sección 230 ha sido una bendición. En materia de moderación, les ha ofrecido inmunidad tanto cuando no hacen nada como cuando actúan enérgicamente. Las ha eximido de responsabilidades que tradicionalmente sí recaen en los medios de comunicación, por ejemplo, los editores de prensa. Tampoco les ha exigido que se comporten de manera neutral, como simples operadores de telecomunicaciones. Las (...)

Artículo completo: 2 300 palabras.

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Sébastien Broca

Sociólogo, Catedrático de Ciencias de la Información y la Comunicación en la Universidad París 8 (Cemti). Autor de Utopie du logiciel libre. Du bricolage informatique à la réinvention sociale, Le Passager clandestin, Neuvy-en-Champagne, 2013.

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