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Donaciones de dinero, pero ninguna inversión

Silicon Valley contra el desarrollo

Hubo un tiempo en el que los países del Sur reivindicaban un “nuevo orden económico mundial” y apostaban a una industrialización planificada para luchar contra la pobreza. Hoy, las donaciones directas en efectivo de los más ricos en favor de los más desposeídos surgen como una panacea. Lejos de cuestionar las reformas liberales, este enfoque consolida el statu quo.

Cuando Chris Hughes, cofundador de Facebook, deja la empresa en 2007, desea consagrar su fortuna reciente a cambiar el mundo. Como muchos otros antes que él, su ambición se focalizó rápidamente en la idea de “poner fin a la extrema pobreza” (1). Pero no fue sino después de leer el bestseller de Jeffrey Sachs sobre la forma de aliviar ese flagelo y haber visitado uno de los pueblos piloto lanzados por el economista en Kenia que Hugues encontró su solución milagrosa (2). Tras haber sido el principal ideólogo de las terapias de shock infligidas a los países del ex bloque soviético a principios de los años 1990, Sachs se reencarnó como papa de la lucha contra la pobreza. “Este pueblo va a poner fin a la extrema pobreza”, explica en 2005 en un programa de MTV titulado “El diario de Angelina Jolie y el Doctor Sachs en África”. Pero cuando Hugues visita en persona el pequeño pueblo keniano, el éxito no le salta a los ojos: la escuela sin lápices, sin jabón, sin papel y con computadoras que jamás se conectaron a Internet lo dejan atónito.

Como el propio Sachs reconocerá, su experiencia de 120 millones de dólares mejoró la salud materna y la producción agrícola, pero no la nutrición ni la educación; no tuvo “ningún impacto perceptible” sobre el nivel de vida (3). Hugues saca sus propias conclusiones del caso: más que financiar proyectos, conviene dar directamente dinero a los pobres. He aquí la “estrategia resueltamente liberal y orientada hacia el mercado” que pone en marcha. El filántropo de Silicon Valley se suma de inmediato al Consejo de Administración de GiveDirectly, una ONG que promueve las transferencias monetarias a fin de luchar contra la pobreza. Fundada en 2008 por cuatro jóvenes graduados de la Universidad de Harvard y del Massachussets Institute of Technology (MIT), esta pequeña start-up especializada en el desarrollo que promueve una renta universal atrae pronto la atención de Twitter y Google. Mientras el proyecto de Sachs se hundía en la indiferencia, GiveDirectly se preparaba para enviar 1.000 dólares a más de 20.000 beneficiarios seleccionados al azar dentro de 197 poblados kenianos. El dinero, transferido directamente por teléfono celular, se distribuirá sin condiciones.

Cuando los países pobres planificaban

GiveDirectly pasó de un presupuesto de 14,5 millones de dólares en 2015 a más de 300 millones en 2020. Ya distribuyó más de 550 millones de dólares a través del planeta. Detrás de este éxito vertiginoso se ocultan las grandes fortunas de Silicon Valley, desde Elon Musk hasta el rey caído de las criptomonedas Sam Bankman-Fried, pasando por el fundador de Twitter Jack Dorsey. Su iniciativa de digitalización de lo social va de la mano de la “monetización” de la pobreza. Más que tener que pasar por instituciones burocráticas y largas negociaciones políticas, el desarrollo debería concebirse de ahora en más del mismo modo que la compra de un par de zapatillas en línea: sin intermediarios. Mediante un teléfono celular, todo el mundo puede enviar efectivo a cualquier parte del planeta y permitirle a un niño salir de la pobreza.

El éxito de GiveDirectly se inserta dentro de lo que los economistas del desarrollo llaman desde hace veinte años la “revolución de las transferencias monetarias”. Tras las políticas de ajuste estructural impuestas a inicios de los años 1980 por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, muchos países del Sur optaron, en efecto, por un modo de desarrollo que descansaba en ayudas monetarias bajo diferentes formas (en detrimento de políticas de inversión pública). Esta idea hoy común y corriente aún era marginal hace algunas décadas. Pero el programa Educación, Salud, Alimentación (Progresa) que lanzó México en 1997, después de diez años de ortodoxia presupuestaria que habían hecho prácticamente duplicar la pobreza, cambió progresivamente las reglas del juego. La reforma, concebida principalmente por el economista mexicano Santiago Levy, apuntaba a sustituir lo que quedaba de las antiguas políticas de control de precios, servicios públicos y subsidios a productos de primera necesidad por un conjunto de transferencias directas en efectivo. En 2007, Progresa cubría un tercio de los hogares del país y se establecía como el mayor programa de lucha contra la pobreza de México. La iniciativa ofició de ejemplo para decenas de países de América (…)

Artículo completo: 2 315 palabras.

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Anton Jäger

Daniel Zamora

Investigador en Sociología del Fondo Nacional de Investigación Científica (FNRS) de la Universidad Libre de Bruselas. Autor de Foucault et le néolibéralisme, Adén, Bruselas, 2019. Junto con Mateo Alaluf dirigió la obra colectiva Contre l’allocation universelle, Lux, Montreal, 2017.

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