La democracia en riesgo

No es la inflación, ni la movilización mapuche, menos la demanda de los profesores de desarrollar un proceso ordenado de la desmunicipalización de la educación pública, lo que amenaza en profundidad al gobierno del presidente Gabriel Boric, incluso más allá, a la democracia chilena, son tres fenómenos que ya asoman con distinto grado de desarrollo: el crimen organizado, la corrupción y la violencia de ultraderecha.

El crimen organizado adopta las más distintas formas y aprovecha las condiciones socioeconómicas y políticas de las localidades y territorios. Los niveles de organización también son disímiles, con estructuras separadas en muchos casos, pero también bandas criminales coordinadas o que sencillamente son parte de una misma cadena delictiva. El narcotráfico es la actividad de mayor desarrollo, que inicialmente usó el territorio chileno como país de tránsito hacia mercados consumidores de Europa, pero eso ha cambiado, hoy existe un consumo interno extendido que genera una red de abastecimiento que llega a todos los rincones.

Algo parecido sucedió en México en los años 80, cuando los carteles colombianos usaron ese país fronterizo a EEUU para acceder al mayor mercado de consumo. El floreciente negocio tentó a las bandas locales, se especializaron en el transporte de fronteras y generó nuevos y poderosos carteles. Primero financiaron campañas electorales a distintos niveles, desde candidatos municipales hasta candidaturas presidenciales, luego optaron por promover sus propios postulantes. Hoy el “narco” controla un considerable número de municipios.(1)

Tal desarrollo de los carteles de la droga, actividad central que se complementa con otros delitos de gran connotación, como el sicariato, el tráfico y trata de personas, el contrabando, el lavado de activos y otros tantos crímenes, también ha llegado a capturar gobiernos, como en América Central.

¿Puede pasar algo parecido en Chile? Los especialistas dicen que si, y agregan que este tipo de crimen (...)