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Una trama que involucra a políticos, mafias, tráfico y crímenes

Cómo Ecuador descendió a los infiernos

Domingo 20 de agosto, 22 horas. Noche cerrada en Guayaquil –la “Perla del Pacífico”, capital económica de Ecuador–. Los televisores acaban de difundir la noticia. La candidata de izquierda Luisa González, del Movimiento Revolución Ciudadana (RC), ganó en la primera vuelta de la elección presidencial (33,61% de los votos). Hijo de un multimillonario magnate de la banana, el empresario Daniel Noboa (Acción Democrática Nacional, ADN) se enfrentará con ella en la segunda vuelta (23,47%).

¿Efervescencia, manifestaciones de alegría, fuegos artificiales –gritando clichés, aullando slogans–? ¡Nada! Y sin embargo está agradable, casi caluroso. Un clima perfecto para marchar y celebrar si uno pertenece al bando victorioso. ¡Nadie! Nadie, salvo unos sesenta militantes pro-Noboa reunidos en un rincón de luz, frente a un hotel de la Avenida 12, a lo largo del Malecón –el paseo que bordea las orillas del Río Guayas–. En el centro, alrededor de la Plaza San Francisco o del Parque Centenario, no se mueven más que grupos ansiógenos de mendigos tirados sobre las veredas de calles con columnatas sumergidas en la oscuridad. No hay ni un alma alrededor del Palacio Municipal, a pesar de que el ayuntamiento es administrado por la RC. Hay un ambiente de fin del mundo, “miedo en la ciudad”, “puerto de angustia”... Una vaga intuición: tal vez sea mejor no detenerse aquí.

Al día siguiente, con un levantamiento de cejas, la decisión es aprobada por uno de nuestros interlocutores: “¿Deambular, solo, de noche? ¡Ni se te ocurra! Es muy peligroso salir a la calle”.

Fusilamientos, ajustes de cuentas, atentados con autos bomba... ¡Ya no es Guayaquil, es “Guayakill”! En otros partes, la misma conclusión. El año 2022 fue el más violento de la historia de Ecuador: 4.450 asesinatos, el 84% de ellos con armas de fuego. Tasa de homicidios: 25,5 cada 100.000 habitantes. Actualmente, se considera que es el país el más peligroso de la región. Sin embargo, el 9 de agosto de 2023, el fenómeno tomó otra dimensión. A diez días del escrutinio, uno de los candidatos a la presidencia, el ex “periodista de investigación” y ex diputado Fernando Villavicencio fue asesinado. Una semana antes reveló que había sido amenazado de muerte, mencionando el nombre de “Fito” (José Macías Villamar), jefe encarcelado del grupo narco-criminal Los Choneros. Solamente en el transcurso del mes de julio, tres políticos habían sido ejecutados, entre ellos el alcalde de la ciudad portuaria de Manta, Agustín Intriago. Un dirigente de la RC, Pedro Briones, caería en Esmeraldas, seis días después de Villavicencio.

Bajo la presidencia del economista de izquierda Rafael Correa (2007-2017), promotor de la “Revolución Ciudadana”, el país era considerado un remanso de paz. ¿Cómo se llegó a este punto? Algeciras, 25 de agosto de 2023: la policía intercepta 9,5 toneladas de cocaína en contenedores de bananas. Es la incautación más importante jamás realizada en España. Origen de la mercadería: Ecuador (1).

Cultivada en Bolivia, en Colombia o en Perú, la coca es refinada y luego distribuida por todos los continentes a través de diferentes “hubs”: Venezuela, México, Paraguay, Ecuador –idealmente ubicado, por su parte, entre Colombia y Perú–. Ecuador goza a su vez de una ventaja comparativa: al tener como moneda el dólar, es un lugar privilegiado para el lavado. “Entre el 1% y el 5% del PIB [Producto Bruto Interno] –estima el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)–, es decir, un promedio de 3.500 millones de dólares por año” (2). Desde los puertos del Pacífico –Guayaquil, Esmeraldas, Manta–, la “blanca” zarpa hacia Estados Unidos y Europa. En la cima del tráfico, los cárteles mexicanos. Omnipresentes en todo el continente, subcontratan aquí a pandillas locales para su “negocio”.

La más antigua: “Los Choneros” (12.000 miembros en su apogeo, actualmente en declive), vinculados al Cártel de Sinaloa. “Los Tiguerones” se disputan el segundo lugar con “Los Lobos” (8.000 hombres armados) –ambos colaboran con el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG)–. Una media docena de pandillas de menor importancia opera también en las provincias costeras de Guayas, Esmeraldas, Manabí y El Oro, que acumulan más de la mitad de los asesinatos. No le perdonan la vida a nadie –víctimas colaterales presentes en el lugar equivocado, en el momento equivocado, o involuntariamente en primera línea, como un trabajador del puerto de Guayaquil que, a fines de junio de 2023, reveló su miedo a sus allegados: unos individuos querían forzarlo a entrar la droga en los establecimientos marítimos para, luego, proceder a su embarque–. “Podría pasarme algo, ayúdenme a encontrar otro trabajo.” Demasiado tarde. El 1° de julio, en plena ciudad, murió acribillado junto a cuatro de sus colegas (3).

Entran las mafias

Si sumamos la presencia del Tren de Aragua (de origen venezolano), de guerrillas disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, que firmaron un acuerdo de paz en el 2016) o de otros grupos mafiosos colombianos en la frontera septentrional, mientras del lado peruano entran municiones, explosivos y armas de fuego, tendremos una idea preliminar de la situación.

Podríamos detenernos en este punto si el 9 de enero de 2023 el sitio La Posta no hubiera publicado un artículo de gran repercusión –“El Gran Padrino”– denunciando hechos delictivos en el seno de empresas públicas y, lo que es aun más grave, los vínculos del cuñado del presidente Guillermo Lasso con... la mafia albanesa. Ello desencadenó el proceso de destitución de jefe de Estado, que provocó como reacción la activación por su parte de la “muerte cruzada”, un procedimiento constitucional que permite a la vez la renuncia del Presidente y la disolución del Parlamento. De ahí las elecciones anticipadas.

“La mafia albanesa… –exclama Samantha Gordillo, experta en el seno del Observatorio de Seguridad del Municipio de Quito–. ¡Nos estalló el cerebro!” Efectivamente, presentes desde hace mucho tiempo, “los albaneses” se involucraron discretamente en toda clase de tráficos –con un poco de prostitución y de robos para cerrar las cuentas–. Nunca habían desafiado a los mexicanos. En 2020, al poner al país de rodillas, la epidemia de Covid-19 desorganizó hasta las actividades de los delincuentes. Los albaneses aprovecharon la oportunidad. “No tiene nada de sorprendente –prosigue Gordillo–, porque el principal mercado de la cocaína actualmente está en Europa. Pensaron: ‘Podemos administrar esta ruta nosotros, ¿por qué deberíamos pagarles a los mexicanos?’”.

Actualmente, Choneros, Tiguerones, Lobos y albaneses se disputan los territorios que se apropiaron cuando el Estado, durante la pandemia, los abandonó. Por su parte, las “pandillas” secundarias se pelean por vender sus servicios a las anteriores. “Para mostrar tu valor, tienes que dar golpes espectaculares, ¡por eso hay tanta violencia!”. Sobre todo, porque no escasea la mano de obra.

Ecuador no se recuperó de los efectos del Covid-19 (cerca de 36.000 muertes sobre 17 millones de habitantes). Freno de la actividad económica, caída del empleo formal e informal, empobrecimiento, repercusiones en el sistema escolar... Además de la apropiación de los territorios por parte de las pandillas, una segunda dinámica, muy fuerte, resultó de la pandemia: la cooptación acelerada y brutal de los barrios populares, sobre todo en la costa, por parte del narcotráfico. “Después del confinamiento y de la suspensión de las clases presenciales, es difícil, por ejemplo, volver a llevar a los adolescentes a la escuela –resume Gordillo–. La explosión de la pobreza creó la situación ideal para que esos jóvenes sean reclutados por 50 dólares por semana, más de la mitad del salario mínimo.”

Los vecinos se organizan

Valiéndose de este ejército de “pequeñas manos”, el hampa, en todas sus formas, se introdujo en la vida cotidiana. Cada semana o cada mes, las empresas, los comercios e incluso las familias deben pagar la “vacuna” (4). Quien se resista se expone a llamados telefónicos intimidantes, a amenazadoras visitas a domicilio. “Estos dos últimos años, el fenómeno alcanzó picos –nos cuenta un habitante de Quito–. Los secuestros con pedido de rescate aumentaron. De noche, ya no puedes ni siquiera tomar una cerveza en una terraza”.

A pesar de la gravedad de la situación, el ministro del Interior Juan Zapata la relativiza: “Las muertes violentas están localizadas. Ecuador tiene veinticuatro provincias. El problema se concentra en cinco de ellas, que son las rutas de la droga.” Relativizaremos la relativización. En la “Sierra” andina, con pendientes escarpadas, valles desolados y nubes bajas, los pequeños productores, ya agotados por los míseros precios que les impone el mercado, dicen ser víctimas de extorsión; a unos transportistas se les reclaman 10.000 dólares para recuperar el camión que les robaron.

Incluso en las calles muy frecuentadas o en los autobuses repletos, los transeúntes llevan su pequeña mochila adelante, para poder cuidarla mejor. Ante el hartazgo generalizado, (…)

Artículo completo: 4 515 palabras.

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Maurice Lemoine

Periodista. Último libro publicado: Les Enfants cachés du général Pinochet, Don Quichotte, París, 2015.

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