Después de semanas de bombardeos, el 22 de noviembre, Israel y Hamás acordaron una tregua de cuatro días, que se ha logrado extender, pero este respiro está lejos de satisfacer las necesidades de los dos millones de residentes de Gaza. El asedio del enclave, bombardeado por una potencia ocupante, que obstaculiza la asistencia humanitaria y el trabajo de la prensa, constituye una violación paroxística del derecho internacional humanitario desarrollado desde 1945.
Más de 10.000 civiles, 100 empleados de Naciones Unidas, 38 periodistas y profesionales de los medios de comunicación habrían muerto en el aluvión de bombardeos desatado por Israel en respuesta a las atrocidades perpetradas por Hamas el 7 de octubre de 2023. “Gaza es una fosa común”, lamenta Rony Brauman, fundador de Médicos sin Fronteras. La hecatombe en la población, la masiva destrucción de la infraestructura de la salud, la interrupción del abastecimiento de agua y electricidad, el bloqueo de las comunicaciones, el asedio del enclave, las trabas al envío de ayuda humanitaria... todas estas acciones brutales, mutiladoras y mortales se justificarían por el derecho de Israel a defenderse y la necesidad de erradicar a Hamas. “No esperamos la opinión de ningún Estado cuando tuvimos que defender a Francia tras los atentados de 2015 y atacar al Estado Islámico en Siria. Todos esperamos que la población civil palestina sea la menos afectada por la legítima respuesta de Tsahal”, explica así el ex primer ministro Manuel Valls (L’Express, 27 de octubre de 2023). Algunos no dudan en comparar esta respuesta con las bombas incendiarias que devastaron Dresde en 1945, banalizando este episodio unánimemente considerado como crimen de guerra, perpetrado a pesar de que el enemigo ya había sido derrotado. “Parece que nos olvidamos de que, en tiempos de guerra, las personas mueren –explica el ministro de Defensa británico Grant Schapps en la BBC el 11 de noviembre–. Cuando el Reino Unido bombardeó Dresde, 35.000 personas murieron”.
Sin embargo, muy pronto, los responsables de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales, al tiempo que denunciaban la toma de rehenes por parte de Hamas, aludieron a “crímenes de guerra”. “Incluso las guerras tienen reglas”, afirma entre otros António Guterres, un secretario general de la ONU que solía ser más discreto, antes de agregar que “la pesadilla de Gaza es más que una crisis humanitaria. Es una crisis de la humanidad. Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños” (1). Amnesty International describe “pruebas abrumadoras” de violaciones al derecho internacional. Mientras que Israel declara no poder garantizar la seguridad de los periodistas, Reporteros sin Fronteras lo acusa de haber deliberadamente atacado a un colega (2). Las agencias de las Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias hacen circular advertencias en las redes sociales: los hospitales, las escuelas, las ambulancias no son objetivos. “El Ejército toma las mayores precauciones, a pesar de que se comenten errores”, concede el general Dominique Trinquand (“24h Pujadas”, LCI, 11 de noviembre). Como señal de protesta, varios países del Sur (Sudáfrica, Honduras, Bolivia) retiraron a su embajador de Tel Aviv. Rusia, China, Irán y Arabia Saudita hacen responsable a Estados Unidos de la situación en Medio Oriente.
Por el contrario, las capitales occidentales se refugian detrás del “derecho a la legítima defensa” que le reconocen a Tel Aviv, a diferencia de los Estados árabes reunidos el 11 de noviembre en Riad, y Rusia, quienes estiman que no existe tal derecho para una potencia ocupante. Sea como sea, “no hay ninguna justificación, incluyendo la lucha contra el terrorismo o la legítima defensa –recordaba ya Guterres en 2021 respecto de los mismos beligerantes– para que las partes en el conflicto renuncien a sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario” (3). En las Naciones Unidas, el 18 de octubre, Estados Unidos impidió, solo contra todos, la adopción por parte del Consejo de Seguridad de una resolución en ese sentido debido a que ésta no condenaba los ataques de Hamas y podría deslegitimar la respuesta de Israel. Recién después de un mes, el 12 de noviembre, el presidente francés Emmanuel Macron se une al llamado al cese al fuego, calificando de “ilegítimas” y “sin razón” las acciones de Israel contra la población civil (BBC, 12 de noviembre). Por su parte, el primer ministro belga Alexander de Croo las considera “desproporcionadas” (X, 7 de noviembre). Pero el verbo “condenar”, tan a menudo conjugado desde el 24 de febrero de 2022 para denunciar los crímenes de Rusia en Ucrania, en este caso parece haber desaparecido del diccionario diplomático.
Las reglas de la guerra
Así, un macabro juego del péndulo se despliega en los medios de comunicación entre, de un lado, la descripción cada vez más repugnante de los sufrimientos infligidos a la población y, del otro, la plácida justificación de los probables crímenes de guerra a una escala rara vez igualada desde la Segunda Guerra Mundial. La dificultad para obtener imágenes y testimonios directos debido al bloqueo impuesto por Israel a las comunicaciones provenientes de Gaza y la imposibilidad para los periodistas de llegar al lugar facilitan estas discusiones irreales en las que los muertos no son (…)
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