La existencia de objetos voladores no identificados fue reconocida desde hace tiempo en Francia por el Grupo de Estudios e Información sobre Fenómenos Aeroespaciales no Identificados (GEIPAN), dependiente del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES). De los cerca de 3000 casos registrados, principalmente desde los años 70, alrededor de un 3% sigue sin tener explicación(1). En su primera reunión pública sobre el tema, el 31 de mayo, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) ofreció una estimación similar: de los cientos de informes estudiados, entre el 2% y el 5% siguen sin poder ser esclarecidos (AFP, 31 de mayo de 2023). Si bien este enigma deja impávidos a los políticos franceses, preocupa cada vez más a los Estados Unidos, donde los militares sospechan que Rusia y China están desarrollando nuevos drones espías. Tanto es así que, en julio de 2022, el Departamento de Defensa creó una “oficina de resolución de anomalías en todos los campos” encargada de investigar, en particular, los “fenómenos aéreos no identificados” (PAN (2).
Promesa de campaña
Este nuevo interés estratégico no dejó de reactivar el conspiracionismo característico de la cultura ufológica estadounidense. A finales de los años setenta, los secretos de la Guerra Fría habían alimentado los rumores de un complot gubernamental destinado a ocultar al público la recuperación de una nave extraterrestre que se habría estrellado en Nuevo México en 1947. El affaire Roswell, que pasó a formar parte de la cultura popular sobre todo a través de la serie de televisión X-Files, sirvió desde entonces como relato matriz para todos los “creyentes” convencidos de que “la verdad está en otra parte”. El interés por la cuestión decayó un poco al terminar el período 2000-2010, aunque en 2016, probablemente más por motivos electorales que por convicción, Hillary Clinton prometió arrojar toda la luz posible sobre los ovnis una vez que fuera electa. Una revelación del New York Times volvió a poner repentinamente el tema a la orden del día el 16 de diciembre de 2017: tres periodistas, entre ellos Leslie Kean, gran apasionada por la ufología, revelaron la existencia, hasta entonces secreta, de un “Programa Avanzado de Identificación de Amenazas Aeroespaciales” (Advanced Aerospace Threat Identification Program – AATIP, por sus siglas en inglés) financiado por el Gobierno estadounidense entre 2007 y 2012(3). Las sumas comprometidas son irrisorias (22 millones de dólares), pero eso bastó para relanzar la máquina. Y para despertar nuevas operaciones mediáticas y comerciales, que explotaron de manera novedosa aquel antiguo filón.
En Estados Unidos especialmente, los ovnis representan un potencial económico colosal. En 2021, una encuesta revelaba que más de la mitad de los 10000 adultos encuestados estaban convencidos de que eran de origen extraterrestre (4). Los gigantes como Disney o Warner Bros Discovery saturan las pantallas con ficciones fantásticas. Frente a este oligopolio, Tom DeLonge, antiguo vocalista y guitarrista de la banda de rock Blink-182 (mundialmente conocida en los años 1990-2000), y partidario iluminado de las teorías ufológicas más alocadas, puso a punto nuevas recetas para atraer la atención del público. En 2017, se asocia con Jim Semivan, antiguo agente de la CIA, para fundar To the stars academy of arts and sciences (TTS), una empresa híbrida a medio camino entre el entretenimiento y la divulgación (…)
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