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Los desafíos que vienen

2024-2025: Los años en que nos jugaremos el futuro

A partir de 2008 las placas tectónicas que estructuran la economía, la política y sus ciclos electorales a nivel mundial comenzaron a cambiar vertiginosamente. Se trata de una transformación anterior a la pandemia, pero que se aceleró por ella, y que obliga a unir una serie de acontecimientos de distinto calado: la crisis subprime, la pérdida de valor de los commodities de los países del sur global, rápidos cambios en el mercado de la energía, graves tensiones en la implementación de la transición climática y flujos migratorios gigantescos que detonaron la xenofobia y el racismo. Gary Gerstle, historiador de Cambridge, ha llamado a este proceso la caída del orden neoliberal (1), entendiéndolo como el fin de las ideas optimistas sobre la globalización de los mercados y de las promesas de la democracia.

El liberalismo democrático de los años 80 y 90 ha perdido su capacidad de hegemonía ideológica. Pero no se trata de una mera decadencia de un orden político, sino el fin de un modelo económico, productivo y financiero, que por el momento y por varias décadas más, no parece tener una alternativa clara de reemplazo.

Por eso el mundo se está sacudiendo en procesos de alta polarización que explican la elección de Trump, Bolsonaro o Milei, el auge de fuerzas de ultraderecha en todo el mundo, el regreso de la guerra convencional en distintas latitudes, nuevos tipos de golpes de Estado, el cuestionamiento de las fronteras abiertas y el libre comercio, formas inéditas de populismo y etnonacionalismo y el extraño rechazo desde élites a la globalización, luego de haberla celebrado por décadas como solución universal a todos los problemas.

Este contexto es necesario para entender el cambio en el clivaje político en Chile. Entre 1988 y 2010 nuestro sistema político se estructuró sobre la base de una polaridad binominal estable (Concertación/Derecha) con una racionalidad previsible. A partir del primer triunfo de Sebastián Piñera (2010) este equilibrio se comenzó a trizar por razones endógenas, pero también internacionales, especialmente influyentes por el declive del crecimiento económico y la dificultad del modelo para integrar las expectativas sociales de consumo, empleo, acceso a servicios públicos, equidad territorial y de género, etc. En 2016 José Antonio. Kast se escindió de Chile Vamos, el Frente Amplio empezó a avanzar electoralmente, la antigua Concertación inició un fuerte desgaste, hasta que en 2019 todo el sistema político entró en una fase disfuncional, que explica los “años constituyentes” que vivimos entre 2020 y 2023. Al finalizar este ciclo, con el plebiscito del 17 de diciembre pasado, se pueden establecer algunas conclusiones:

El bloque de la derecha chilena es claramente el más grande y sólido, aglutinando un volumen de 5 millones y medio de votantes claramente definidos, en el marco del actual padrón con voto obligatorio. Dentro de ese sector es evidente la hegemonía de la derecha radical. Chile Vamos no ha sido capaz, en ninguna de las últimas elecciones, de resistirse a las presiones del Partido Republicano y se ha sumado a ellos en la segunda vuelta presidencial y durante todos los eventos del ciclo constitucional.

La centroizquierda/izquierda es un bloque electoral que no alcanza los cuatro millones de votantes sólidos, y depende del apoyo eventual de 2,5 millones de votantes líquidos (...)

Artículo completo: 1 704 palabras.

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Álvaro Ramis

Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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