Chile ante el balance de poder (1)

La revolución tecnológica y la transnacionalización, en paralelo al re balance del poder internacional, que está pasando del mundo mono-polar posguerra fría a un mundo multi-poder, con nuevas potencias y actores, genera desafíos globales que son determinantes para el desarrollo y la soberanía del país. Chile no es una potencia que pueda imponer condiciones para asegurar su interés nacional; no puede fijar políticas mirándose a sí mismo, sin tener presente el lugar que ocupa en la escena general.

La profunda revolución tecnológica en curso está transformando la sociedad y las relaciones entre estados; así, un elemento crítico para el posicionamiento del país son los recursos que destina para incorporar sus avances con una estrategia de focalización, como es lograr independencia energética en materia de desarrollo económico o la incorporación de tecnologías críticas para la economía y la defensa. Sin duda, el 0,3% del gasto público invertido en I&D es un monto exiguo para el tamaño del desafío.

Como potencia pequeña, el posicionamiento en la reconfiguración de poder se basa en proyectar “poder blando” (liderazgo, cohesión interna, claro interés nacional, etc.) más que elementos “duros”, como la economía o la fuerza. Pero la desigualdad y exclusión social que caracteriza al país tiene consecuencias económicas, sociales y políticas internas, afectando su cohesión y capacidad para enfrentar los retos que plantea el nuevo balance de poder. De allí que la resistencia a realizar cambios estructurales que permitan integrar a toda la población sea no sólo antisocial, sino también antinacional.

Una zona de paz

Para un país pequeño la existencia de normas e instituciones internacionales que regulen las relaciones entre estados (desiguales de hecho) es fundamental; en un escenario donde están en crisis resulta profundamente contrario al interés nacional cuestionar en el debate de política interna la adhesión o la (...)